Page 387 - El Señor de los Anillos
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iban de prisa hacia las fronteras del norte para prevenir cualquier ataque que
viniera de Moria y traían noticias y Haldir transmitió algunas de ellas. Los orcos
merodeadores habían caído en una emboscada y casi todos habían muerto; el
resto huía hacia las montañas del norte y eran perseguidos. Habían visto también
a una criatura extraña, que corría inclinándose hacia adelante y con las manos
cerca del suelo, como una bestia, aunque no tenía forma de bestia. Había
conseguido escapar; no tiraron sobre ella, no sabiendo si era de buena o mala
índole, y al fin desapareció en el sur siguiendo el curso del Cauce de Plata.
—También —dijo Haldir— me traen un mensaje del Señor y la Dama de los
Galadrim. Marcharéis todos libremente, aun el enano Gimli. Parece que la
Dama sabe quién es y qué es cada miembro de vuestra Compañía. Quizá
llegaron otros mensajes de Rivendel.
Quitó la venda que ocultaba los ojos de Gimli.
—¡Perdón! —dijo saludando con una reverencia—. ¡Míranos ahora con ojos
amistosos! ¡Mira y alégrate, pues eres el primer enano que contempla los árboles
del Naith de Lórien desde el Día de Durin!
Cuando le llegó el turno de que le descubrieran los ojos, Frodo miró hacia
arriba y se quedó sin aliento. Estaban en un claro. A la izquierda había una loma
cubierta con una alfombra de hierba tan verde como la primavera de los Días
Antiguos. Encima, como una corona doble, crecían dos círculos de árboles; los
del exterior tenían la corteza blanca como la nieve y aunque habían perdido las
hojas se alzaban espléndidos en su armoniosa desnudez; los del interior eran
mallorn de gran altura, todavía vestidos de oro pálido. Muy arriba entre las ramas
de un árbol que crecía en el centro y era más alto que los otros resplandecía un
flet blanco. A los pies de los árboles y en las laderas de la loma había unas
florecitas amarillas de forma de estrella. Entre ellas, balanceándose sobre tallos
delgados, había otras flores, blancas o de un verde muy pálido; relumbraban
como una llovizna entre el rico colorido de la hierba. Arriba el cielo era azul y el
sol de la tarde resplandecía sobre la loma y echaba largas sombras verdes entre
los árboles.
—¡Mirad! Hemos llegado a Cerin Amroth —dijo Haldir—. Pues este es el
corazón del antiguo reino y esta es la loma de Amroth, donde en días más felices
fue edificada la alta casa de Amroth. Aquí se abren las flores de invierno en una
hierba siempre fresca: la elanor amarilla y la pálida niphredil. Aquí nos
quedaremos un rato y a la caída de la tarde llegaremos a la ciudad de los
Galadrim.
Los otros se dejaron caer sobre la hierba fragante, pero Frodo se quedó de pie,
todavía maravillado. Tenía la impresión de haber pasado por una alta ventana que
daba a un mundo desaparecido. Brillaba allí una luz para la cual no había