Page 380 - El Señor de los Anillos
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mallorn eran casi horizontales al principio y luego se curvaban hacia arriba; pero
      cerca de la copa el tronco se dividía en una corona de ramas y vieron que entre
      esas ramas los elfos habían construido una plataforma de madera, o flet como se
      la llamaba en esos tiempos; los elfos la llamaban talan. Un agujero redondo en el
      centro permitía el acceso a la plataforma y por allí pasaba la escala.
        Cuando Frodo llegó al flet,  encontró  a  Legolas  sentado  con  otros  tres  elfos.
      Llevaban ropas de un color gris sombra y no se los distinguía entre las ramas, a
      no ser que se movieran bruscamente. Se pusieron de pie y uno de ellos descubrió
      un farol pequeño que emitía un delgado rayo de plata. Alzó el farol y escrutó el
      rostro  de  Frodo  y  el  de  Sam.  Luego  tapó  otra  vez  la  luz  y  dijo  en  su  lengua
      palabras de bienvenida. Frodo respondió titubeando.
        —¡Bienvenido!  —repitió  entonces  el  elfo  en  la  Lengua  Común,  hablando
      lentamente—.  Pocas  veces  usamos  otra  lengua  que  la  nuestra,  pues  ahora
      vivimos  en  el  corazón  del  bosque  y  no  tenemos  tratos  voluntarios  con  otras
      gentes. Aun los hermanos del Norte están separados de nosotros. Pero algunos de
      los nuestros aún viajan lejos, para recoger noticias y observar a los enemigos y
      ellos hablan las lenguas de otras tierras. Soy uno de ellos. Me llamo Haldir. Mis
      hermanos, Rúmil y Orophin, hablan poco vuestra lengua.
        » Pero algo habíamos oído de vuestra venida, pues los mensajeros de Elrond
      pasan por Lórien cuando vuelven remontando la Escalera del Arroyo Sombrío.
      No  habíamos  oído  hablar  de…  los  hobbits,  o  medianos,  desde  años  atrás  y  no
      sabíamos que aún vivieran en la Tierra Media. ¡No parecéis gente mala! Y como
      vienes con un elfo de nuestra especie, estamos dispuestos a ayudarte, como lo
      pidió Elrond, aunque no sea nuestra costumbre guiar a los extranjeros que cruzan
      estas tierras. Pero tenéis que quedaros aquí esta noche. ¿Cuántos sois?
        —Ocho —dijo Legolas—. Yo, cuatro hobbits, y dos hombres; uno de ellos,
      Aragorn, es de Oesternesse y amigo de los elfos.
        —El  nombre  de  Aragorn,  hijo  de  Arathorn,  es  conocido  en  Lórien  —dijo
      Haldir— y tiene la protección de la Dama. Todo está bien entonces. Pero sólo me
      hablaste de siete.
        —El último es un enano —dijo Legolas.
        —¡Un enano! —dijo Haldir—. Eso no es bueno. No tenemos tratos con los
      enanos  desde  los  Días  Oscuros.  No  se  los  admite  en  estas  tierras.  No  puedo
      permitirle el paso.
        —Pero es de la Montaña Solitaria, de las fieles gentes de Dáin y amigo de
      Elrond  —dijo  Frodo—.  Elrond  mismo  decidió  que  nos  acompañara  y  se  ha
      mostrado valiente y leal.
        Los elfos hablaron en voz baja, e interrogaron a Legolas en la lengua de ellos.
        —Muy bien —dijo Haldir por último—. Esto es lo que haremos, aunque no
      nos complace. Si Aragorn y Legolas lo vigilan y responden por él, lo dejaremos
      pasar; aunque cruzará Lothlórien con los ojos vendados.
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