Page 862 - El Señor de los Anillos
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sangre que pude reunir con tanta prisa; pero los hermanos Elladan y Elrohir nos
      han acompañado, pues desean ir a la guerra. Hemos cabalgado lo más rápido
      posible, desde que llegó tu llamada.
        —Pero yo no os llamé —dijo Aragorn—,salvo con el deseo; a menudo he
      pensado  en  vosotros,  y  nunca  más  que  esta  noche;  sin  embargo,  no  os  envié
      ningún mensaje. ¡Pero vamos! Todas estas cosas pueden esperar. Nos encontráis
      viajando de prisa y en peligro. Acompañadnos por ahora, si el rey lo permite.
        En realidad, la noticia alegró a Théoden.
        —¡Magnífico! —dijo—. Si estos hombres de tu misma sangre se te parecen,
      mi señor Aragorn, treinta de ellos serán una fuerza que no puede medirse por el
      número.
      Los  jinetes  reanudaron  la  marcha,  y  Aragorn  cabalgó  algún  tiempo  con  los
      Dúnedain;  y  luego  que  hubieron  comentado  las  noticias  del  Norte  y  del  Sur,
      Elrohir le dijo:
        —Te traigo un mensaje de mi padre: Los días son cortos. Si el tiempo apremia,
      recuerda los Senderos de los Muertos.
        —Los días me parecieron siempre demasiado cortos para que mi deseo se
      cumpliera  —respondió  Aragorn—.  Pero  grande  en  verdad  tendrá  que  ser  mi
      prisa si tomo ese camino.
        —Eso lo veremos pronto —dijo Elrohir—. ¡Pero no hablemos más de estas
      cosas a campo raso!
        Entonces Aragorn le dijo a Halbarad:
        —¿Qué es eso que llevas, primo? —Pues había notado que en vez de lanza
      empuñaba  un  asta  larga,  como  si  fuera  un  estandarte,  pero  envuelta  en  un
      apretado lienzo negro y atada con muchas correas.
        —Es un regalo que te traigo de parte de la Dama de Rivendel —respondió
      Halbarad—. Lo hizo ella misma en secreto y fue un largo trabajo. Y también te
      envía un mensaje: Cortos son ahora los días. O nuestras esperanzas se cumplirán,
      o será el fin de toda esperanza. ¡Adiós, Piedra de elfo!
        Y Aragorn dijo:
        —Ahora  sé  lo  que  traes.  ¡Llévalo  aún  en  mi  nombre  algún  tiempo!  —Y
      dándose  vuelta  miró  a  lo  lejos  hacia  el  norte  bajo  las  grandes  estrellas,  y  se
      quedó en silencio y no volvió a hablar mientras duró la travesía nocturna.
      La noche era vieja y el cielo gris en el este cuando salieron por fin del Valle del
      Bajo y llegaron a Cuernavilla. Allí decidieron descansar un rato, y deliberar.
        Merry durmió hasta que Legolas y Gimli lo despertaron.
        —El sol está alto —le dijo Legolas—. Ya todos andan ocupados de aquí para
      allá.  Vamos,  Señor  Zángano,  ¡levántate  y  ve  a  echar  una  mirada,  mientras
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