Page 866 - El Señor de los Anillos
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celebrará al día siguiente. Imposible adelantarnos, si hemos de reunir todas las
      fuerzas de Rohan.
        Aragorn permaneció un momento en silencio.
        —Tres  días  —murmuró—,  y  el  reclutamiento  de  los  hombres  de  Rohan
      apenas habrá comenzado. Pero ya veo que no podemos ir más de prisa. Alzó la
      mirada  al  cielo,  y  pareció  que  había  decidido  algo  al  fin;  tenía  una  expresión
      menos atormentada. En ese caso, y con vuestro permiso, Señor, he de tomar una
      determinación que me atañe a mí y a mis gentes. Tenemos que seguir nuestro
      propio camino y no más en secreto. Pues para mí el tiempo del sigilo ha pasado.
      Partiré hacia el Este por el camino más rápido, y cabalgaré por los Senderos de
      los Muertos.
        —¡Los Senderos de los Muertos! —repitió, temblando, Théoden—. ¿Por qué
      los nombras? —Eomer se volvió y escrutó el rostro de Aragorn, y a Merry le
      pareció que los jinetes más próximos habían palidecido al oír esas palabras—. Si
      en verdad hay tales senderos —prosiguió el rey—, la puerta está en el Sagrario;
      pero ningún hombre viviente podrá franquearla.
        —¡Ay,  Aragorn,  amigo  mío!  dijo  Eomer.  Tenía  la  esperanza  de  que
      partiríamos juntos a la guerra; pero si tú buscas los Senderos de los Muertos, ha
      llegado  la  hora  de  separarnos,  y  es  improbable  que  volvamos  a  encontrarnos
      bajo el sol.
        —Ese será, sin embargo, mi camino —dijo Aragorn—. Mas a ti, Eomer, te
      digo que quizá volvamos a encontrarnos en la batalla, aunque todos los ejércitos
      de Mordor se alcen entre nosotros.
        —Harás lo que te parezca mejor, mi señor Aragorn —dijo Théoden—. Es tu
      destino tal vez transitar por senderos extraños que otros no se atreven a pisar. Esta
      separación me entristece y me resta fuerzas; pero ahora tengo que partir, y ya
      sin más demora, por los caminos de la montaña. ¡Adiós!
        —¡Adiós, Señor! —dijo Aragorn—. ¡Galopad hacia la gloria! ¡Adiós, Merry!
      Te  dejo  en  buenas  manos,  mejores  que  las  que  esperábamos  cuando
      perseguíamos  orcos  en  Fangorn.  Legolas  y  Gimli  continuarán  conmigo  la
      cacería, espero; mas no te olvidaremos.
        —¡Adiós! —dijo Merry. No encontraba nada más que decir. Se sentía muy
      pequeño, y todas aquellas palabras oscuras lo desconcertaban y amilanaban. Más
      que nunca echaba de menos el inagotable buen humor de Pippin. Ya los jinetes
      estaban prontos, los caballos piafaban, y Merry tuvo ganas de partir y que todo
      acabase de una vez.
        Entonces  Théoden  le  dijo  algo  a  Eomer,  y  alzó  la  mano  y  gritó  con  voz
      tenante, y a esa señal los jinetes se pusieron en marcha. Cruzaron el desfiladero,
      descendieron al Valle del Bajo y volviéndose rápidamente hacia el este, tomaron
      un sendero que corría al pie de las colinas a lo largo de una milla o más, y que
      luego de girar hacia el sur y replegarse otra vez hacia las lomas, desaparecía de
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