Page 870 - El Señor de los Anillos
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permanecían en la Empalizada o el Torreón los contemplaban estupefactos.
      Y mientras Théoden iba por caminos lentos a través de las colinas, la Compañía
      Gris  cruzaba  veloz  la  llanura,  llegando  a  Edoras  en  la  tarde  del  día  siguiente.
      Descansaron un momento antes de atravesar el valle, y entraron en el Baluarte al
      caer de la noche.
        La Dama Eowyn los recibió con alegría, pues nunca había visto hombres más
      fuertes  que  los  Dúnedain  y  los  hermosos  hijos  de  Elrond;  pero  ella  miraba  a
      Aragorn  más  que  a  ningún  otro.  Y  cuando  se  sentaron  a  la  mesa  de  la  cena,
      hablaron largamente, y Eowyn se enteró de lo que había pasado desde la partida
      de  Théoden,  de  quien  no  había  tenido  más  que  noticias  breves  y  escuetas;  y
      cuando le narraron la batalla del Abismo de Helm, y las bajas sufridas por el
      enemigo, y la acometida de Théoden y sus jinetes, le brillaron los ojos.
        Pero al cabo dijo:
        —Señores, estáis fatigados e iréis ahora a vuestros lechos, tan cómodos como
      lo  ha  permitido  la  premura  con  que  han  sido  preparados.  Mañana  os
      procuraremos habitaciones más dignas.
        Pero Aragorn le dijo:
        —¡No,  señora,  no  os  preocupéis  por  nosotros!  Bastará  con  que  podamos
      descansar aquí esta noche y desayunar por la mañana. Porque la misión que he
      de cumplir es muy urgente y tendremos que partir con las primeras luces.
        La Dama sonrió, y dijo:
        —Entonces, señor, habéis sido muy generoso, al desviaros tantas millas del
      camino para venir aquí, a traerle noticias a Eowyn, y hablar con ella en su exilio.
        —Ningún hombre en verdad contaría este viaje como tiempo perdido —le
      dijo Aragorn—; no obstante, no hubiera venido si el camino que he de tomar no
      pasara por el Sagrario.
        Y ella le respondió como si lo que tenía que decir no le gustara:
        —En ese caso, señor, os habéis extraviado, pues del Valle Sagrado no parte
      ninguna  senda,  ni  al  este  ni  al  sur;  haríais  mejor  en  volver  por  donde  habéis
      venido.
        —No, señora —dijo él—, no me he extraviado; conozco este país desde antes
      que  vos  vinierais  a  agraciarlo.  Hay  un  camino  para  salir  de  este  valle,  y  ese
      camino  es  el  que  he  de  tomar.  Mañana  cabalgaré  por  los  Senderos  de  los
      Muertos.
        Ella  lo  miró  entonces  como  agobiada  por  un  dolor  súbito,  y  palideció,  y
      durante un rato no volvió a hablar, mientras todos esperaban en silencio.
        —Pero Aragorn —dijo al fin— ¿entonces vuestra misión es ir en busca de la
      muerte? Pues sólo eso encontraréis en semejante camino. No permiten que los
      vivos pasen por ahí.
        —Acaso a mí me dejen pasar —dijo Aragorn—; de todos modos lo intentaré;
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