Page 868 - El Señor de los Anillos
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nuevo. No es aún tan poderoso como para ser insensible al temor; no, y siempre
lo carcome la duda.
—Pero a pesar de eso tiene todavía un inmenso poder —dijo Gimli—; y
ahora golpeará cuanto antes.
—Un golpe apresurado suele no dar en el blanco —dijo Aragorn—. Hemos
de hostigar al enemigo, sin esperar ya a que sea él quien dé el primer paso.
Porque ved, mis amigos: cuando conseguí dominar a la Piedra, me enteré de
muchas cosas. Vi llegar del sur un peligro grave e inesperado para Gondor, que
privará a Minas Tirith de gran parte de las fuerzas defensoras. Si no es
contrarrestado rápidamente, temo que antes de diez días la ciudad estará perdida
para siempre.
—Entonces, está perdida dijo Gimli. Pues ¿qué socorros podríamos enviar y
cómo podrían llegar allí a tiempo?
—No tengo ningún socorro para enviar, y he de ir yo mismo —dijo Aragorn
—. Pero hay un solo camino en las montañas que pueda llevarme a las tierras de
la costa antes que todo se haya perdido: los Senderos de los Muertos.
—¡Los Senderos de los Muertos! —dijo Gimli—. Un nombre funesto; y poco
grato para los Hombres de Rohan, por lo que he visto. ¿Pueden los vivos marchar
por ese camino sin perecer? Y aun cuando te arriesgues a ir por ahí, ¿qué podrán
tan pocos hombres contra los golpes de Mordor?
—Los vivos jamás utilizaron ese camino desde la venida de los Rohirrim —
respondió Aragorn—, pues les está vedado. Pero en esta hora sombría el
heredero de Isildur puede ir por él, si se atreve. ¡Escuchad! Este es el mensaje
que me transmitieron los hijos de Elrond de Rivendel, hombre versado en las
antiguas tradiciones: Exhortad a Aragorn a que recuerde las palabras del vidente,
y los Senderos de los Muertos.
—¿Y cuáles pueden ser las palabras del vidente? preguntó Legolas.
—Así habló Malbeth el Vidente, en tiempos de Arvedin, último rey de Fornost
—dijo Aragorn:
Una larga sombra se cierne sobre la tierra, y con alas de oscuridad avanza
hacia el oeste.
La Torre tiembla; a las tumbas de los reyes se aproxima el Destino. Los
Muertos despiertan:
ha llegado la hora de los perjuros:
de nuevo en pie en la Roca de Erech oirán un cuerno que resuena en las
montañas.
¿De quién será ese cuerno? ¿Quién a los olvidados llama desde el gris del
crepúsculo?
El heredero de aquel a quien juraron lealtad.
Traído por la necesidad, vendrá desde el norte:
y cruzará la Puerta que lleva a los Senderos de los Muertos.