Page 869 - El Señor de los Anillos
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—Sendas oscuras, sin duda alguna —dijo Gimli—, pero para mí no más que
      estas estrofas.
        —Si deseas entenderlas mejor, te invito a acompañarme —dijo Aragorn—;
      pues ése es el camino que ahora tomaré. Pero no voy de buen grado; me obliga
      la necesidad. Por lo tanto, sólo aceptaré que me acompañéis si vosotros mismos
      lo queréis así, pues os esperan duras faenas, y grandes temores, si no algo todavía
      peor.
        —Iré  contigo  aun  por  los  Senderos  de  los  Muertos  y  a  cualquier  fin  a  que
      quieras conducirme —dijo Gimli.
        —Yo también te acompañaré —dijo Legolas—, pues no temo a los muertos.
        —Espero que los olvidados no hayan olvidado las artes de la guerra —dijo
      Gimli—, porque si así fuera, los habríamos despertado en vano.
        —Eso lo sabremos si alguna vez llegamos a Erech —dijo Aragorn—. Pero el
      juramento  que  quebrantaron  fue  el  de  luchar  contra  Sauron,  y  si  han  de
      cumplirlo, tendrán que combatir. Porque en Erech hay todavía una piedra negra
      que Isildur llevó allí de Númenor, dicen; y la puso en lo alto de una colina, y
      sobre  ella  el  Rey  de  las  Montañas  le  juró  lealtad  en  los  albores  del  reino  de
      Gondor. Pero cuando Sauron regresó y fue otra vez poderoso, Isildur exhortó a
      los Hombres de las Montañas a que cumplieran el juramento, y ellos se negaron;
      pues en los Años Oscuros habían reverenciado a Sauron.
        « Entonces Isildur le dijo al Rey de las Montañas: "Serás el último rey. Y si el
      Oeste  demostrara  ser  más  poderoso  que  ese  Amo  Negro,  que  esta  maldición
      caiga sobre ti y sobre los tuyos: no conoceréis reposo hasta que hayáis cumplido
      el  juramento.  Pues  la  guerra  durará  años  innumerables,  y  antes  del  fin  seréis
      convocados  una  vez  más."  Y  ante  la  cólera  de  Isildur,  ellos  huyeron,  y  no  se
      atrevieron a combatir del lado de Sauron; se escondieron en lugares secretos de
      las montañas y no tuvieron tratos con los otros hombres, y poco a poco se fueron
      replegando  en  las  colinas  estériles.  Y  el  terror  de  los  Muertos  Desvelados  se
      extiende sobre la Colina de Erech y todos los parajes en que se refugió esa gente.
      Pero ese es el camino que he elegido, puesto que ya no hay hombres vivos que
      puedan ayudarme.
        Se levantó.
        —¡Venid!  —exclamó,  y  desenvainó  la  espada,  y  la  hoja  centelleó  en  la
      penumbra de la sala—. ¡A la Piedra de Erech! Parto en busca de los Senderos de
      los Muertos. ¡Seguidme, los que queráis acompañarme!
        Legolas y Gimli, sin responder, se levantaron y siguieron a Aragorn fuera de
      la  sala.  Allí,  en  la  explanada,  los  montaraces  encapuchados  aguardaban
      inmóviles y silenciosos. Legolas y Gimli montaron a caballo. Aragorn saltó a la
      grupa  de  Roheryn.  Halbarad  levantó  entonces  un  gran  cuerno,  y  los  ecos
      resonaron  en  el  Abismo  de  Helm;  y  a  esa  señal  partieron  al  galope,  y
      descendieron  al  Valle  del  Bajo  como  un  trueno,  mientras  los  hombres  que
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