Page 872 - El Señor de los Anillos
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encuentren lecho y alimento?
        —Quizá  no  esté  lejano  el  día  en  que  nadie  regrese  —dijo  Aragorn—.
      Entonces ese valor sin gloria será muy necesario, pues ya nadie recordará las
      hazañas de los últimos defensores. Las hazañas no son menos valerosas porque
      nadie las alabe.
        Y ella respondió:
        —Todas  vuestras  palabras  significan  una  sola  cosa:  Eres  una  mujer,  y  tu
      misión  está  en  el  hogar.  Sin  embargo,  cuando  los  hombres  hayan  muerto  con
      honor en la batalla, se te permitirá quemar la casa e inmolarte con ella, puesto
      que ya no la necesitarán. Pero soy de la Casa de Eorl, no una mujer de servicio.
      Sé montar a caballo y esgrimir una espada y no temo el sufrimiento ni la muerte.
        —¿A qué teméis, señora? —le preguntó Aragorn.
        —A  una  jaula.  A  vivir  encerrada  detrás  de  los  barrotes,  hasta  que  la
      costumbre y la vejez acepten el cautiverio, y la posibilidad y aun el deseo de
      llevar a cabo grandes hazañas se hayan perdido para siempre.
        —Y a mí me aconsejabais no aventurarme por el camino que he elegido,
      porque es peligroso.
        —Es el consejo que una persona puede darle a otra —dijo ella—. No os pido,
      sin embargo, que huyáis del peligro, sino que vayáis a combatir donde vuestra
      espada puede conquistar la fama y la victoria. No me gustaría saber que algo tan
      noble y tan excelso ha sido derrochado en vano.
        —Ni tampoco a mí —replicó Aragorn—. Por eso, señora, os digo: ¡Quedaos!
      Pues nada tenéis que hacer en el Sur.
        —Tampoco  los  que  os  acompañan  tienen  nada  que  hacer  allí.  Os  siguen
      porque no quieren separarse de vos… porque os aman.
        Y dando media vuelta Eowyn se alejó desvaneciéndose en la noche.
      No bien apareció en el cielo la luz del día, antes que el sol se elevara sobre las
      estribaciones del Este, Aragorn se preparó para partir.
        Ya todos los hombres de la compañía estaban montados en las cabalgaduras,
      y Aragorn se disponía a saltar a la silla, cuando vieron llegar a la dama Eowyn.
      Vestida de caballero, ciñendo una espada, venía a despedirlos. Tenía en la mano
      una  copa;  se  la  llevó  a  los  labios  y  bebió  un  sorbo,  deseándoles  buena  suerte;
      luego le tendió la copa a Aragorn, y también él bebió, diciendo:
        —¡Adiós, Señora de Rohan! Bebo por la prosperidad de vuestra Casa, y por
      vos, y por todo vuestro pueblo. Decidle esto a vuestro hermano: ¡Tal vez, más allá
      de las sombras, volvamos a encontrarnos!
        Gimli y Legolas que estaban muy cerca, creyeron ver lágrimas en los ojos
      de Eowyn y esas lágrimas, en alguien tan grave y tan altivo, parecían aún más
      dolorosas. Pero ella dijo:
        —¿Os iréis, Aragorn?
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