Page 947 - El Señor de los Anillos
P. 947
gritos.
Eomer se había tranquilizado, y tenía ahora la mente clara. Hizo sonar los
cuernos para reunir alrededor del estandarte a los hombres que pudieran llegar
hasta él; pues se proponía levantar al fin un muro de escudos, y resistir, y
combatir a pie hasta que cayera el último hombre, y llevar a cabo en los campos
de Pelennor hazañas dignas de ser cantadas, aunque nadie quedase con vida en el
Oeste para recordar al último Rey de la Marca. Cabalgó entonces hasta una loma
verde y allí plantó el estandarte, y el Corcel Blanco flameó al viento.
Saliendo de la duda, saliendo de las tinieblas vengo cantando al sol, y
desnudo mi espada.
Yo cabalgaba hacia el fin de la esperanza, y la aflicción del corazón.
¡Ha llegado la hora de la ira, la ruina y un crepúsculo rojo!
Pero mientras recitaba esta estrofa se reía a carcajadas. Pues una vez más
había rey: el señor de un pueblo indómito. Y mientras reía de desesperación,
miró otra vez las embarcaciones negras, y levantó la espada en señal de desafío.
Entonces, de pronto, quedó mudo de asombro. En seguida lanzó en alto la
espada a la luz del sol, y cantó al recogerla en el aire. Todos los ojos siguieron la
dirección de la mirada de Eomer, y he aquí que la primera nave había
enarbolado un gran estandarte, que se desplegó y flotó en el viento, mientras la
embarcación viraba hacia el Harlond. Y un Árbol Blanco, símbolo de Gondor,
floreció en el paño; y Siete Estrellas lo circundaban, y lo nimbaba una corona, el
emblema de Elendil, que en años innumerables no había ostentado ningún señor.
Y las estrellas centelleaban a la luz del sol, porque eran gemas talladas por
Arwen, la hija de Elrond; y la corona resplandecía al sol de la mañana, pues
estaba forjada en oro y mithril.
Así, traído de los Senderos de los Muertos por el viento del Mar, llegó Aragorn
hijo de Arathorn, Elessar, heredero de Isildur al Reino de Gondor. Y la alegría de
los Rohirrim estalló en un torrente de risas y en un relampagueo de espadas, y el
júbilo y el asombro de la Ciudad se volcaron en fanfarrias y trompetas y en
campanas al viento. Pero los ejércitos de Mordor estaban estupefactos, pues les
parecía cosa de brujería que sus propias naves llegasen a puerto cargadas de
enemigos; y un pánico negro se apoderó de ellos, viendo que la marea del destino
había cambiado, y que la hora de la ruina estaba próxima.
Hacia el este galopaban los caballeros del Dol Amroth, empujando delante al
enemigo: trolls, variags y orcos que aborrecían la luz del sol. Y hacia el sur
galopaba Eomer, y todos los que huían ante él quedaban atrapados entre el
martillo y el yunque. Pues ya una multitud de hombres saltaba de las
embarcaciones al muelle del Harlond e invadía el norte como una tormenta. Y
con ellos venían Legolas, y Gimli esgrimiendo el hacha, y Halbarad portando el
estandarte, y Elladan y Elrohir con las estrellas en la frente, y los indómitos