Page 944 - El Señor de los Anillos
P. 944

Y  Meriadoc  el  hobbit  seguía  allí  sin  moverse,  parpadeando  a  través  de  las
      lágrimas,  y  nadie  le  hablaba:  nadie,  en  realidad,  parecía  verlo.  Se  enjugó  las
      lágrimas y agachándose a recoger el escudo verde que le regalara Eowyn, se lo
      colgó  al  hombro.  Buscó  entonces  la  espada,  que  se  le  había  caído,  pues  en  el
      momento de asestar el golpe se le había entumecido el brazo, y ahora sólo podía
      utilizar  la  mano  izquierda.  Y  de  pronto  vio  el  arma  en  el  suelo,  pero  la  hoja
      crepitaba  y  echaba  humo  como  una  rama  seca  echada  a  una  hoguera;  y
      mientras  Merry  la  observaba  estupefacto,  el  arma  ardió,  se  retorció,  y  se
      consumió hasta desaparecer.
        Tal fue el destino de la espada de las Quebradas de los Túmulos, fraguada en
      el  Oesternesse.  Hubiera  querido  conocer  al  artífice  que  la  forjara  en  otros
      tiempos en el Reino del Norte, cuando los Dúnedain eran jóvenes, y tenían como
      principal enemigo al temible reino de Angmar y a su rey hechicero. Ninguna
      otra  hoja,  ni  aun  esgrimida  por  manos  mucho  más  poderosas,  habría  podido
      infligir  una  herida  más  cruel,  hundirse  de  ese  modo  en  la  carne  venida  de  la
      muerte,  romper  el  hechizo  que  ataba  los  tendones  invisibles  a  la  voluntad  del
      espectro.
      Varios  hombres  levantaron  al  rey,  y  tendiendo  mantas  sobre  las  varas  de  las
      lanzas,  improvisaron  unas  angarillas  para  transportarlo  a  la  ciudad;  otros
      recogieron con delicadeza el cuerpo de Eowyn y siguieron al cortejo. Mas no
      pudieron retirar del campo a todos los hombres de la casa del rey, pues eran siete
      los  caídos  en  la  batalla,  entre  ellos  Déorwine  el  jefe  de  la  escolta.  Entonces,
      agrupándolos lejos de los cadáveres de los enemigos y la bestia abominable, los
      rodearon con una empalizada de lanzas. Y más tarde, cuando todo hubo pasado,
      regresaron y encendieron una gran hoguera y quemaron la carroña de la bestia;
      pero para Crinblanca cavaron una tumba, y pusieron sobre ella una lápida con un
      epitafio grabado en las lenguas de Gondor y de la Marca:
                  Fiel servidor y perdición del amo.
                Hijo de Piesligeros, el rápido Crinblanca.
        Verde  y  alta  creció  la  hierba  sobre  el  túmulo  de  Crinblanca,  pero  el  sitio
      donde incineraron el cadáver de la bestia estuvo siempre negro y desnudo.
      Ahora Merry caminaba con paso lento y triste junto al cortejo, y había perdido
      todo  interés  en  la  batalla.  Se  sentía  dolorido  y  cansado,  y  los  miembros  le
      temblaban como si tuviese frío. Una fuerte lluvia llegó desde el Mar, y fue como
      si todas las cosas lloraran por Théoden y Eowyn, apagando con lágrimas grises
      los incendios de la ciudad. Como a través de una niebla, vio llegar la vanguardia
   939   940   941   942   943   944   945   946   947   948   949