Page 6 - Al final del silencio
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borracho, sino tranquilamente, como se respira el aire que
llena nuestro pecho, como recibimos los primeros rayos
de sol de la primavera.
¿Cuál debe ser ahora nuestra única atención? Escrutar
este silencio establecido en nuestro interior, sin preocu-
parnos por todo lo que revolotea, susurra, imagina o re-
Muestra gratuita
flexiona en la superficie. Examina este silencio para descu-
brir una alteridad, procurando sobre todo que no sea tu
imaginación o tu memoria quien la fabrique. Es difícil dar-
se cuenta de esta alteridad porque, precisamente, no deja-
rás lugar a la imaginación antes de haberla reconocido
porque, en primer lugar, es una certeza íntima incluso an-
tes de ser objeto de una experiencia.
Si fuera objeto de la experiencia, se podría nombrar,
aunque fuera someramente. Habría palabras que lo ex-
presarían y que se interpondrían entre nosotros y esta
certeza íntima. De hecho, tan pronto como reconozcas
una experiencia, has dejado el lugar del silencio. Dale a tu
silencio interior el tiempo necesario para que te haga co-
nocer la alteridad que le constituye. ¡Escucha el silencio
de Dios!
No os estorbe saber que sois dos sujetos distintos. No
hay más que un silencio, aunque sepáis que otro está pre-
sente. ¿Lo hacen dos sujetos o solo uno? ¿Está Dios presen-
te en el fondo de ti o vive sin fundirse contigo? Olvídate de
estas preguntas inútiles, que solo son ruido. Más adelante
podrás leer libros sobre esto, que no faltan y que han dado
muchas respuestas diferentes, y aun opuestas, a estos pro-
blemas sin duda legítimos.
No te preocupes si no sabes dar cuenta de lo que vives
en este silencio, de lo que crees (porque, en última instan-
cia, de lo que se trata es de fe). Simplemente gústalo. Escu-
cha la voz del silencio de Dios.
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