Page 8 - Al final del silencio
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Dios, llámalo simplemente Amigo. Este nombre le gustará
                 y al mismo tiempo servirá para calificar tu diálogo silen-
                 cioso con él.
                   Por tanto, al final del silencio solo hay como respuesta
                 el silencio. Aunque parezca extraño, conviene permanecer
                 ahí, asentarse ahí, mucho tiempo, largamente. No hay que
                  Muestra gratuita
                 pasar furtivamente, hay que detenerse, darle tiempo para
                 llenarte.
                   Según vayas acostumbrándote, la primera etapa será
                 muy rápida, casi instantánea. Conocerás el lugar del silen-
                 cio interior y te concentrarás rápidamente. Pero este diálo-
                 go silencioso de los dos silencios es imprevisible: puede
                 durar poco o mucho. No seas de los que rompen esta con-
                 versación paradójica de los dos silencios. Acomódate en
                 este espacio compartido, saboréalo tanto tiempo como
                 sea posible. Dejarlo debería ser un desarraigo, una violen-
                 cia, un desgarro como cuando dejas al ser amado...
                   Las espiritualidades laicas nos invitan a vivir el momento
                 presente, a desprenderse de las experiencias pasadas o de
                 las esperanzas por venir para no estar más que aquí y ahora
                 y en ninguna otra parte. No es eso, sin embargo, lo que yo
                 digo. No hay que tratar de escapar de la historia o de “tus”
                 historias, pequeñas o grandes, o abstraerse de los recuerdos
                 y proyectos. Sin duda es grande la tentación de crear una
                 burbuja de tiempo donde estar tranquilo y libre de todo.
                 Pero ¿serías tú mismo si desertaras de tu temporalidad?
                   No te invito a vivir en otro tiempo ni en otra temporali-
                 dad. Hay que desear algo más sutil: que el tiempo del Ami-
                 go llene el tuyo, dejar que otro tiempo viva el tuyo. Quizás
                 conozcas ese koan delicioso, esa máxima de sabiduría en
                 forma de paradoja: “¿No es el jardín quien cruza al gato?”.
                 Tú eres el gato. ¿Quieres cruzar el jardín del Amigo? Deja
                 que su jardín te cruce.

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