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fue más interesante, porque podíamos diferenciar la causa del efecto, ya que podían medirse fracciones de
milmillonésimas de segundo o bien quedar las grabaciones como secuencias destemporalizadas, que luego podíamos
deducir paso a paso por medio de un ordenador. Entonces comprendimos que la cuestión está en una enorme diferencia
de velocidades de reacción.
Cuando se genera un pensamiento, con la intención de crear una orden para darles a las subpartículas (como un
"desplázate hacia la derecha"), ésta orden es captada por las partículas en unas millonésimas de segundo. Nuestro
consciente cerebral demora un par de segundos en clarificar esa orden gestada en el subconsciente, y a veces la mente se
arrepiente y da la orden contraria. Pero ese proceso de decisión ha tardado un millón de veces más que la emisión
telepática de la orden subconsciente, que las partículas ya captaron. (Aclaro que no es necesario ser telépata ni tener
entrenamiento alguno - salvo un poco de concentración- para hacer estos juegos con subpartículas; basta disponer del
instrumental adecuado).
Curiosamente, existe en cuanto a los neutrinos, una enorme diferencia de tiempo (unos segundos) en acatar la segunda
orden. La primera es la que vale y es casi instantánea (millonésimas de segundo). La segunda orden (más aún si es
contradictoria de la primera) demora uno o dos millones de veces más. O sea dos segundos. Por esas diferencias entre
nuestras reacciones, el proceso de conscienciación y la lentitud de nuestra percepción, es que también a veces el efecto
parece preceder a la causa, pero es un espejismo producido por esa lentitud en los procesos de emisión y percepción de
nuestro cerebro. Diferente es el caso de los contactos con la memoria askásica, como veremos oportunamente.
CAPÍTULO V
PSICOANTROPOLOGÍA PIRAMIDAL
Mucho se ha especulado con las formas «mitológicas» del pensar de los antiguos egipcios, pero las interpretaciones
dadas por los arqueólogos a los simbolismos, alegorías y expresiones, no son más que teorías escasamente
fundamentadas sobre lo poco que se conoce de las religiones que practicaron los faraones, de cuáles eran sus ideas e
ideales, y sus conceptos ante la vida.
En la realidad, la riqueza espiritual y psicológica de los constructores de pirámides, como la de sus herederos, ha sido
mucho mayor de lo que se supone oficialmente. El ritualismo conocido a través de los jeroglíficos y pinturas tampoco
refleja con exactitud el modo de pensar en si, puesto que el ritual es una manifestación alegórica, una apariencia dinámica
que muchas veces dista a un abismo de por medio con el significado real del mismo.
Vamos a suponer, usando la analogía, que dentro de unos miles de años
alguien intenta comprender nuestro pensamiento a través de los rituales
religiosos que raramente se describen de modo directo y explicativo, pero que
se representa hasta el hartazgo con pinturas, esculturas y construcciones.
Imaginemos a un arqueólogo del año 5.000 tratando de comprender nuestros
pensamientos y forma de sentir, a partir de un Cristo crucificado, sangriento,
obsesivamente repetido en toda iglesia y en toda casa católica. ¿Qué podría
pensar ese hombre del quinto milenio, de unos bárbaros que representan
constantemente la tortura, la brutal paliza de latigazos, la crucifixión y la lenta
agonía de un desgraciado?
Lo más probable es que considerarían como una práctica habitual de
ensañamiento sobre delincuentes condenados. Lamentablemente, a los más
acertados -y no sólo en perjuicio del «qué dirán» de las futuras generaciones,
sino también en perjuicio de nuestra actual psicología-, esa historia tan dudosa como brutal, les haría pensar que tenemos
por costumbre crucificar a nuestros mejores dirigentes, o que adoramos por un lado la brutalidad y el sadismo y por otro -
como sería lógico- tenemos la costumbre masoquista de hacernos crucificar para morir como lo hiciera un supuesto dios.
El resultado psicológico de la aberración religiosa católica, que ya nada tiene que ver con el Cristianismo auténtico que
defendieron heroicamente los Cátaros, Templarios, Albigenses y Valdenses, es sentimiento de culpa, disociación
conductual (por un lado se pretende ser como Cristo y se deja crucificar, pero alternativamente actúa como el dios que le
hace pasar esas desgracias)... Pero volvamos a la pirámide.
Si bien en cierta forma estarían en lo cierto los supuestos arqueólogos del futuro sobre algunos aspectos psicológicos,
confirmados en las actitudes bélicas de esta civilización, no podría decirse acertadamente que ese es el pensar colectivo,
ni el sentido real del ritual, ni la esencia de la doctrina religiosa. Tampoco son ateos los musulmanes, aunque no hagan
representación alguna pintada ni esculpida de ningún dios, ni son ateos los judíos, aunque crean ellos en un dios con un