Page 214 - Dune
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—Seas lo que seas, Paul, la herencia te viene compartida de tu padre y mía.
—Pero no mi adiestramiento —dijo él—. No las cosas que… han despertado… al
durmiente.
—¿Durmiente?
—Está aquí. —Puso una mano en su cabeza y luego en su pecho—. En mí. Y
sigue adelante y adelante y adelante y adelante y…
—¡Paul!
Sentía la histeria surgiendo en su voz.
—Escúchame —dijo él—. ¿No querías que la Reverenda Madre supiese de mis
sueños? Ahora escúchame en su lugar. Acabo de tener un sueño despierto. ¿Sabes por
qué?
—Tienes que calmarte —dijo ella—. Si hay…
—La especia —dijo él—. Está por todos lados aquí… el aire, el suelo, la comida.
La especia geriátrica. Es como la droga de la Decidora de Verdad. ¡Es un veneno!
Ella se envaró.
La voz de Paul descendió hasta un murmullo y repitió:
—Un veneno… tan sutil, tan insidioso… tan irreversible. No mata, a menos que
uno deje de tomarlo. Nunca podremos abandonar Arrakis sin llevar una parte de
Arrakis con nosotros.
La terrible presencia de su voz no admitía ninguna réplica.
—Tú y la especia —dijo Paul—. La especia transforma a cualquiera que la tome
aunque sea a pequeñas dosis, pero gracias a ti, yo he vivido esta transformación en
plena consciencia. No puedo relegarla al inconsciente, donde su intromisión podría
ser sofocada. Yo puedo verla.
—Paul, tú…
—¡La veo! —repitió él.
Ella percibió la locura en su voz, sin saber qué hacer.
Pero él habló de nuevo, y observó que el férreo control volvía a dominarle:
—Estamos atrapados aquí.
Estamos atrapados aquí, convino ella.
Y aceptó la verdad de sus palabras. Ninguna presión Bene Gesserit, ninguna
astucia o artificio podrían liberarlos completamente de Arrakis: la especia era
adictiva. Su cuerpo lo había sabido mucho antes de que su mente lo admitiera.
Así que aquí viviremos todo el resto de nuestras vidas, pensó, en este planeta
infernal. El lugar está preparado para nosotros, si conseguimos evadirnos de los
Harkonnen. Y no hay ninguna duda sobre mi destino: una yegua de cría destinada a
preservar una importante línea genética para el Plan Bene Gesserit.
—Debo hablarte de mi sueño despierto —dijo Paul. (Ahora no había furia en su
voz)—. Para estar seguro de que aceptarás lo que diga, te diré en primer lugar que
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