Page 49 - Dune
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                                  ¿Cómo  afrontar  el  estudio  del  padre  de  Muad’Dib?  El  Duque  Leto  Atreides  fue  un
                                  hombre  de  un  corazón  a  la  vez  cálido  y  frío.  Algunos  hechos  de  ese  hombre,  sin
                                  embargo, nos ayudarán a abrir el camino: su absoluto amor por su Dama Bene Gesserit;
                                  sus  sueños  por  su  hijo;  la  devoción  de  quienes  le  servían.  Observadlo:  un  hombre
                                  marcado por el Destino, una figura solitaria cuya luz fue oscurecida por la gloria de su
                                  hijo. Pero uno puede preguntarse: ¿qué es el hijo, sino la extensión del padre?

                                                    De Muad’Dib, Comentarios Familiares, por la PRINCESA IRULAN



           Paul observó a su padre entrar en la sala de ejercicios, y vio a los guardias saludar
           fuera. Uno de ellos cerró la puerta. Como siempre, Paul experimentó una sensación

           de presencia de su padre, una presencia total.
               El Duque era alto, de piel olivácea. Su rostro largo y delgado estaba tallado en

           ángulos duros, suavizados tan sólo por los profundos ojos grises. Llevaba un negro
           uniforme de trabajo, con el halcón heráldico rojo bordado en el pecho. Un cinturón
           escudo de plata, patinada por el uso, ceñía su delgada cintura.

               —¿Ha sido duro el trabajo, hijo? —preguntó el Duque.
               Se acercó a la mesa en L, echó una ojeada a los papeles que había en ella, la
           amplió luego a toda la habitación, y terminó fijándola en Paul. Se sentía cansado,

           haciendo un duro esfuerzo por no mostrar su fatiga. Tendré que aprovechar todas las
           oportunidades para descansar durante el viaje hasta Arrakis, pensó. En Arrakis no
           voy a tener tiempo de hacerlo.

               —No muy duro —dijo Paul—. Todo es tan… —se alzó de hombros.
               —Sí. Bien, mañana nos vamos. Será bueno instalarnos en nuestro nuevo hogar y
           dejar todo este trastorno detrás.

               Paul asintió, recordando de pronto las palabras de la Reverenda Madre: «… en
           cuanto a tu padre, no».
               —Padre —dijo Paul—, ¿crees que Arrakis será tan peligrosa como dicen todos?

               El Duque se forzó a hacer un gesto casual, se sentó en el borde de la mesa y
           sonrió. Toda una serie de frases hechas se dibujaron en su mente… el tipo de frases
           usadas para calmar los temores de sus hombres antes de una batalla. Pero no dejó que

           ninguna se formara en su boca, enfrentado a un único pensamiento:
               Es mi hijo.
               —Será peligroso —admitió.

               —Hawat me ha dicho que tenemos un plan para los Fremen —dijo Paul. Y pensó:
           ¿Por  qué  no  le  cuento  lo  que  me  dijo  la  vieja  mujer?  ¿Cómo  ha  conseguido  ella
           sellar mi lengua?

               El Duque observó la desazón de su hijo.
               —Como siempre —dijo—, Hawat sabe cuál es nuestra mejor oportunidad. Pero




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