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¿Cómo afrontar el estudio del padre de Muad’Dib? El Duque Leto Atreides fue un
hombre de un corazón a la vez cálido y frío. Algunos hechos de ese hombre, sin
embargo, nos ayudarán a abrir el camino: su absoluto amor por su Dama Bene Gesserit;
sus sueños por su hijo; la devoción de quienes le servían. Observadlo: un hombre
marcado por el Destino, una figura solitaria cuya luz fue oscurecida por la gloria de su
hijo. Pero uno puede preguntarse: ¿qué es el hijo, sino la extensión del padre?
De Muad’Dib, Comentarios Familiares, por la PRINCESA IRULAN
Paul observó a su padre entrar en la sala de ejercicios, y vio a los guardias saludar
fuera. Uno de ellos cerró la puerta. Como siempre, Paul experimentó una sensación
de presencia de su padre, una presencia total.
El Duque era alto, de piel olivácea. Su rostro largo y delgado estaba tallado en
ángulos duros, suavizados tan sólo por los profundos ojos grises. Llevaba un negro
uniforme de trabajo, con el halcón heráldico rojo bordado en el pecho. Un cinturón
escudo de plata, patinada por el uso, ceñía su delgada cintura.
—¿Ha sido duro el trabajo, hijo? —preguntó el Duque.
Se acercó a la mesa en L, echó una ojeada a los papeles que había en ella, la
amplió luego a toda la habitación, y terminó fijándola en Paul. Se sentía cansado,
haciendo un duro esfuerzo por no mostrar su fatiga. Tendré que aprovechar todas las
oportunidades para descansar durante el viaje hasta Arrakis, pensó. En Arrakis no
voy a tener tiempo de hacerlo.
—No muy duro —dijo Paul—. Todo es tan… —se alzó de hombros.
—Sí. Bien, mañana nos vamos. Será bueno instalarnos en nuestro nuevo hogar y
dejar todo este trastorno detrás.
Paul asintió, recordando de pronto las palabras de la Reverenda Madre: «… en
cuanto a tu padre, no».
—Padre —dijo Paul—, ¿crees que Arrakis será tan peligrosa como dicen todos?
El Duque se forzó a hacer un gesto casual, se sentó en el borde de la mesa y
sonrió. Toda una serie de frases hechas se dibujaron en su mente… el tipo de frases
usadas para calmar los temores de sus hombres antes de una batalla. Pero no dejó que
ninguna se formara en su boca, enfrentado a un único pensamiento:
Es mi hijo.
—Será peligroso —admitió.
—Hawat me ha dicho que tenemos un plan para los Fremen —dijo Paul. Y pensó:
¿Por qué no le cuento lo que me dijo la vieja mujer? ¿Cómo ha conseguido ella
sellar mi lengua?
El Duque observó la desazón de su hijo.
—Como siempre —dijo—, Hawat sabe cuál es nuestra mejor oportunidad. Pero
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