Page 53 - Dune
P. 53
—He enviado una misión mandada por Duncan Idaho —dijo el Duque—. Duncan
es un hombre orgulloso y despiadado, pero respeta la verdad. Los Fremen le
admirarán. Si tenemos suerte, nos juzgarán tomándole como modelo: Duncan el
honesto.
—Duncan el honesto —dijo Paul—, y Gurney el valeroso.
—Exactamente —dijo el Duque.
Y Paul pensó: Gurney era una de las cosas en que pensaba la Reverenda Madre
cuando habló de los puntales de los mundos… el coraje de los valerosos.
—Gurney me ha dicho que hoy te has desenvuelto muy bien con las armas —dijo
el Duque.
—Eso no es lo que me ha dicho a mí.
El Duque se echó a reír.
—Imagino que Gurney es más bien parco en sus cumplidos. De todos modos, y
son sus propias palabras, me ha asegurado que distingues perfectamente la diferencia
entre la punta y el filo de la hoja de una espada.
—Gurney dice que no es artístico matar con la punta; hay que hacerlo con el filo.
—Gurney es un romántico —gruñó el Duque. Las palabras de su hijo sobre el
mejor modo de matar le turbaban—. Preferiría que nunca te vieras obligado a
matar… pero si te ves enfrentado a ello, mata como puedas… con el filo o con la
punta.— Miró a las vidrieras del techo, sobre las que tamborileaba la lluvia.
Siguiendo la dirección de la mirada de su padre, Paul pensó en la humedad del
cielo, allá fuera… un espectáculo que nunca iba a poder ver en Arrakis… y en el
espacio que separaba ambos mundos.
—¿Las naves de la Cofradía son realmente tan grandes? —preguntó.
El Duque le miró.
—Este será tu primer viaje fuera del planeta —dijo—. Sí, son grandes. Y
nosotros viajaremos en uno de los cruceros mayores porque es un largo viaje. Los
grandes cruceros son realmente enormes. Todas nuestras fragatas y transportes
ocuparían apenas una de sus esquinas… un espacio minúsculo en su lista de
embarque.
—¿Y no podríamos usar una de nuestras fragatas?
—Este es parte del precio que pagamos por la Seguridad de la Cofradía. Podrá
haber naves Harkonnen a nuestro flanco, y no tendremos nada que temer. Los
Harkonnen no se atreverán a comprometer sus privilegios de transporte.
—Vigilaré nuestras pantallas e intentaré ver a uno de los hombres de la Cofradía.
—No lo hagas. Ni siquiera sus agentes ven nunca a un hombre de la Cofradía. La
Cofradía es tan celosa de su anonimato como de su monopolio. Nunca hagas nada
que pueda comprometer nuestros privilegios, Paul.
—¿Crees que tal vez se ocultan porque han sufrido mutaciones y ya no tienen…
www.lectulandia.com - Página 53