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AUTOR                                                                                               Libro
                     —¿Para hablar? —pregunté.
                     —Más o menos.
                     —¿Cuánto más? —me tembló la voz.
                     Edward me apartó cariñosamente el pelo de la cara.
                     —No te preocupes, no ha venido aquí para luchar conmigo, sino en calidad de...
               portavoz de la manada.
                     —Oh.
                     Edward miró otra vez hacia la casa; después, apretó el brazo alrededor de mi
               cintura y me empujó hacia los árboles.
                     —Tenemos que darnos prisa. Charlie se está impacientando.
                     No hubo necesidad de ir muy lejos; Jacob nos esperaba en el camino, un poco
               más arriba. Se había acomodado contra el tronco de un árbol cubierto de musgo
               mientras esperaba, con el rostro duro y amargado, exactamente del modo en que yo
               sabía que estaría. Me miró primero a mí y luego a Edward. Su boca se torció en una
               mueca burlona y se separó del árbol. Se irguió sobre los talones de sus pies descalzos,
               inclinándose ligeramente hacia delante con sus manos temblorosas convertidas en
               puños. Parecía todavía más grande que la última vez que le había visto. Aunque
               fuera casi  imposible   de creer,   seguía creciendo.  Le  habría sacado  una cabeza a
               Edward si hubieran estado uno junto al otro.
                     Pero Edward se paró tan pronto como le vimos, dejando un espacio amplio
               entre él y nosotros, y ladeó el cuerpo al tiempo que me empujaba hacia atrás, de
               modo que me cubría. Me incliné hacia un lado para observar fijamente a Jacob y
               poder acusarle con la mirada.

                     Pensaba que iba a enfadarme aún más al ver su expresión cínica y resentida,
               pero, en vez de eso, contemplarle me recordó la última vez que le había visto, con
               lágrimas en los ojos. Mi furia se debilitó y flaqueó conforme le miraba. Había pasado
               tanto tiempo desde aquella ocasión que me repateaba que el reencuentro tuviera que
               ser de este modo.
                     —Bella —dijo él a modo de saludo, asintiendo una vez en mi dirección sin
               apartar los ojos de Edward.
                     —¿Por qué? —susurré, intentando ocultar el sonido del nudo de mi garganta—.
               ¿Cómo has podido hacerme esto, Jacob?
                     La mueca burlona se desvaneció, pero su rostro continuó duro y rígido.
                     —Ha sido por tu bien.
                     —¿Y qué se supone que significa eso? ¿Quieres que Charlie me estrangule? ¿O
               quieres que le dé un ataque al corazón como a Harry? No importa lo furioso que
               estés conmigo, ¿cómo le has podido hacer esto a él?
                     Jacob hizo un gesto de dolor y sus cejas se juntaron, pero no contestó.
                     —No ha pretendido herir a nadie —murmuró Edward, explicando aquello que
               Jacob no estaba dispuesto a decir—, sólo quería que no pudieras salir de casa para
               que no estuvieras conmigo.
                     Sus ojos relampaguearon de odio mientras miraba de nuevo a Edward.
                     —¡Ay, Jake! ¡Ya estoy castigada! ¿Por qué te crees que no he ido a La Push para




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