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por mi causa, por favor.
—No te preocupes por eso —repuse con un hilo de voz mientras recogía mis
cosas para el baño y un juego de ropa limpio—. Haré todo lo que sea necesario y
nada más. ¿O intentas decirme que no tengo ningún lugar adonde acudir?
Abrí los ojos desmesuradamente a la vez que simulaba una gran inquietud.
—¿Te mudarías a una casa llena de vampiros?
—Probablemente, ése es el lugar más seguro de todos para alguien como yo —
le dediqué una gran sonrisa—. Además, no hay necesidad de apurar el plazo de la
graduación si Charlie me pone de patitas en la calle, ¿a que no?
Permaneció con la mandíbula fuertemente apretada y masculló:
—Menudas ganas tienes de condenarte eternamente...
—Sabes que en realidad no crees lo que dices.
—¿Ah, no? —bufó.
—No.
Me fulminó con la mirada y empezó a hablar, pero yo le interrumpí:
—Si de verdad hubieras creído que habías perdido el alma, entonces, cuando te
encontré en Volterra, hubieras comprendido de inmediato lo que sucedía, en vez de
pensar que habíamos muerto juntos. Pero no fue así... Dijiste: «Asombroso. Carlisle
tenía razón» —le recordé triunfal—. Después de todo, sigues teniendo la esperanza.
Por una vez, Edward se quedó sin habla.
—De modo que los dos vamos a ser optimistas, ¿vale? —sugerí—. No es
importante. No necesito el cielo si tú no puedes ir a él.
Se levantó lentamente, se acercó y me rodeó el rostro con las manos antes de
mirarme fijamente a los ojos.
—Para siempre —prometió de forma un poco teatral.
—No te pido más —le dije.
Me puse de puntillas para poder apretar sus labios contra los míos.
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