Page 329 - e-book
P. 329

AUTOR                                                                                               Libro
               Edward ponía mala cara cada vez que mencionaba el nombre de Jacob. Un gesto que
               estaba entre la desaprobación y la cautela... o quizás incluso el enfado. Yo suponía
               que   estaba   relacionado   con   algún   prejuicio   recíproco   contra   los   hombres   lobo,
               aunque   no   se   mostraba   tan   explícito   como   lo   había   sido   Jacob   respecto   a   los
               «chupasangres».
                     Por eso, procuraba no mencionar demasiado el nombre de Jacob en presencia
               de Edward.
                     Era difícil sentirme desdichada teniendo a Edward a mi lado, incluso aunque
               mi antiguo mejor amigo probablemente fuera bastante infeliz en esos momentos por
               mi causa. Cada vez que me acordaba de Jake me sentía culpable por no pensar más
               en él.
                     El cuento de hadas continuaba. El príncipe había regresado y se había roto el
               maleficio. No estaba segura exactamente de qué hacer con el personaje restante, el
               cabo suelto. ¿Dónde estaba su «feliz para siempre»?
                     Las semanas transcurrieron sin que Jacob quisiera responder a mis llamadas.
               Esto empezó a convertirse en una preocupación constante. Era como si llevara un
               grifo goteando pegado a la parte posterior de mi cabeza que no podía cerrar ni
               ignorar. Gota, gota, gota. Jacob, Jacob, Jacob.
                     Así que, aunque yo no mencionara mucho a Jacob, algunas veces mi frustración
               y mi ansiedad explotaban. Un sábado por la tarde, cuando Edward me recogió a la
               salida del trabajo, me desahogué:
                     —¡Es una verdadera falta de educación! —enfadarse por algo es más fácil que
               sentirse culpable—. ¡Estuvo de lo más grosero!

                     Había cambiado el horario de las llamadas con la esperanza de obtener una
               respuesta diferente. En aquella ocasión, había telefoneado a Jake desde el trabajo sólo
               para encontrarme con que había contestado Billy, poco dispuesto a cooperar. Otra
               vez.
                     —Billy me dijo que él no quería hablar conmigo —estaba que echaba humo,
               mirando cómo la lluvia se filtraba por la ventana del copiloto—. ¡Que estaba allí y
               que no estaba dispuesto a dar tres pasos para ponerse al teléfono! Normalmente,
               Billy se limita a decir que está fuera, ocupado, durmiendo o algo por el estilo. Quiero
               decir, no es como si yo no supiera que me miente,  pero al menos era una forma
               educada de manejar la situación. Sospecho que ahora Billy también me odia. ¡No es
               justo!
                     —No es por ti, Bella —repuso Edward con calma—. A ti nadie te odia.
                     —Pues así es como me siento —mascullé, cruzando los brazos sobre el pecho.
               No era nada más que un gesto de terquedad. Ya no había allí ningún agujero, apenas
               podía recordar esa sensación de vacío.
                     —Jacob sabe que hemos vuelto y estoy seguro de que tiene claro que estoy
               contigo   —dijo   Edward—.   No   se   acercará   a   donde   yo   esté.   La   enemistad   está
               profundamente arraigada.
                     —Eso es estúpido. Sabe que tú no eres... como los otros vampiros.
                     —Aun así, hay buenas razones para mantener una distancia razonable.




                                                                                                   - 329 -
   324   325   326   327   328   329   330   331   332   333   334