Page 22 - La Pluma, y el Papel Femenino
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pensamiento sólo está determinada por lo real y lo concreto, de modo
que aparentemente el hombre tendría una mejor capacidad de disfrutar
de lo cotidiano en la medida en que puede solamente valorar la realidad
de lo concreto, sin aproblemarse por lo que no está ocurriendo ya que él
siempre, como he dicho anteriormente, se encuentra trabajando en un
objetivo específico.
El pensamiento mágico funciona dentro de nosotras como un
sinnúmero de expectativas de cómo deben ser las cosas; por ejemplo,
cómo debe ser mi cuerpo, cómo deben ser las relaciones que establezco
y las expectativas de cómo debe funcionar lo cotidiano. Cada vez que en
la televisión muestran un comercial de una crema para el pelo que lo
nutre y elimina para siempre las puntas secas, se induce a cientos de
mujeres a ir en búsqueda de ese producto, pero la mayoría de ellas
comprará más que la crema en sí misma: comprará la magia y no la
realidad, porque para que aquello a lo que se hace publicidad haga
efecto en mí, primero debo hacerme un análisis que indique mi tipo de
cabello, si necesito o no una crema y conocer los ingredientes con que
debe contar la crema para que efectivamente sea beneficiosa para mi
problema. Ahora bien, lo primero sería valorar si realmente la necesito,
pero la experiencia indica con abrumadora evidencia que la necesidad
pareciera no ser un aspecto que las mujeres valoremos en estos casos,
pues ésta es una compra mágica. Al igual que la crema, son compras
mágicas las pastillas para adelgazar, las cremas antiarrugas o todo
aquello que tiene que ver con situaciones, servicios u objetos que nos
venden en el comercio y que bien pueden tener una base científica muy
real y ser efectivas en sus resultados, pero que claramente requieren de
otras condiciones para ser del todo beneficiosas, como lo son: una
buena alimentación, una piel hidratada, tomar líquido, una vida activa
y otras condiciones que habrán de ser el feliz complemento para lo que
este producto ofrece. El producto en sí mismo no será el causante único
del cambio, como el pensamiento mágico tiende a indicar. Esta magia está asociada en
primera instancia a cómo debo ser yo, a ciertas definiciones internas de cómo debo
funcionar y de cómo debo entender mi cuerpo, cómo debo entender mi belleza, cómo debo
entender mi forma de comportarme y, por lo tanto, mis propias concepciones acerca
de cómo tienen que ser las cosas.
También este pensamiento mágico se puede expresar o se puede
deducir en relación a cómo deben ser la relaciones que establezco. Yo,
internamente, tengo una imagen o una definición de mamá y esa
definición interna ha sido construida sobre la base de una madre ideal
que aparece fundamentalmente en los cuentos que nos leen cuando
pequeñas; en ellos las mamás son cariñosas, fraternales, positivas,
generosas, siempre dispuestas a ayudar, incondicionales. Sucede
entonces que cuando yo abro los ojos y descubro a mi mamá,
probablemente se originan una serie de discrepancias entre la imagen
interna de madre que tengo mágicamente incorporada y la imagen real
de mamá que yo de verdad puedo incorporar y con la que puedo de
alguna manera vivir diariamente. Producto de estas discrepancias entre
el ideal mágicamente incorporado y la mamá real con la que tengo que