Page 206 - Libros de Caballerías 1879
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PALM ERÍN DE INGLATERRA


          Don Duardos, enlevado en el gusto de la caza  y
        olvidado de cualquier peligro que de  allí se pudie-
        se suceder, siguió tanto tras el puerco, hasta tanto
        que  el caballo de cansado no se podía menear; en-
        tonces se apeó del,  y  quitándole el freno, le dejó pa-
        cer de la yerba para que tomase algún esfuerzo,  y
        se acostó al pie de un árbol pensando dormir algún
        poco mas viniéndole a la memoria con cuánta pena
            ;
        Flérida estaría por su tardanza, nunca pudo repo-
        sar, pasando en esto y en otras imaginaciones hasta
        la mañana.

           Al otro día, caminó hacia aquella parte que a su
        parecer su gente quedara; mas su camino era tan
        apartado, que cuanto más caminaba, más  se alon-
        gaba della, y desta manera anduvo hasta tanto que
        el sol se quería poner, que se  halló en un campo
        verde, cubierto de deleitosos árboles, tan altos, que
        parecían tocar  las nubes; por medio  dellos pasaba
        un río de tanta agua, que en nenguna parte pare-
        cía haber vado, y tan clara, que quien por junto a
        la  orilla caminaba podía contar  las guijas blancas
        que en el suelo parecían; y como la tarde fuese se-
        rena, y los árboles con gracioso aire se meneasen,
        juntamente con  el cantar de  las aves de que  los
        árboles estaban poblados, caminó por  el  río abajo
        tan transportado y desacordado de  sí, que soltando
        las riendas  al  caballo,  le guió para aquella  parte
        para donde su fortuna le tenía ordenado, y así an-
        duvo tanto, hasta que  le puso al pie de una torre
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