Page 110 - En el corazón del bosque
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formón  y  un  martillo  en  las  envejecidas  manos  y  empezó  a  trabajar,
      desprendiendo la corteza y alisando la madera para tallar su última figura.
        La madera no tardó en adoptar la forma de la marioneta de un niño, pero
      siempre  ocurría  eso  al  principio.  Era  sólo  después,  cuando  estaba  a  punto  de
      acabarla, que se transformaba en algo distinto.
        El viejo siguió trabajando.
        Vaya marioneta insensata había sido, pensó al recordar escenas de su vida
      mientras tallaba la madera. Había preferido existir como un niño, y luego como
      un hombre, a las maravillosas aventuras que podría haber corrido durante toda la
      eternidad; a los palacios que podría haber visitado, los amigos que podría haber
      hecho. ¿Por qué había creído que estaría mejor siendo de carne y hueso? Era
      casi inconcebible para él. Se sintió embargado por una enorme tristeza, y trató de
      sofocar aquellas emociones mientras proseguía con su tarea.
        « ¡Qué extraño! —se dijo cuando estaba a punto de terminar—. Me resulta
      muy familiar. Pero cambiará en cualquier momento, sin duda» .
        Dejó el formón y las gubias y sostuvo la marioneta a la altura de sus ojos. Un
      niño pequeño, de piernas rectas y estilizadas, articuladas en las rodillas, de cuerpo
      liso  y  cilíndrico  y  un  par  de  brazos  flacos,  con  unas  sencillas  manos  en  sus
      extremos. Una cara alegre, impaciente. Una nariz problemática. Y, ahora, una
      sonrisa radiante. Por fin lo había conseguido.
        —Pinocho —dijo.
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