Page 106 - En el corazón del bosque
P. 106

Así estaría abierta las veinticuatro horas.
        —Pero no creo que tuviésemos clientela para permitírnoslo —repuso el viejo
      frunciendo el entrecejo—. No, me parece que no, muchacho. No creo que sea
      una idea muy sensata.
        —Entonces quizá podría ser simplemente su aprendiz. Podría enseñarme todo
      lo que sabe. Yo podría serle de gran ayuda y…
        —Noah —lo interrumpió el anciano con voz dulce y sonriéndole—, olvidas
      que ya tienes un hogar.
        —¿Lo tengo? —preguntó el niño.
        —Por supuesto que sí.
        —No  estoy  seguro  de  que  vaya  a  seguir  pareciéndome  mi  hogar.  —Noah
      entornó  los  ojos  para  mirar  hacia  la  carretera,  que  llevaba  al  segundo  pueblo
      describiendo  tortuosas  curvas,  y  al  primero,  y  más  allá  hasta  el  bosque  y  su
      propia casa, donde su madre yacía en la cama.
        —Quizá te parezca distinto —explicó el anciano—, pero eso no significa que
      no  debas  regresar.  Yo  dejé  solo  a  mi  pobre  padre  durante  mucho  tiempo,  y
      cuando volví… bueno, ya era demasiado tarde para nosotros. Quería ver mundo
      y sólo me interesaba mi propia satisfacción. ¿Tú quieres ver mundo?
        —¡Sí! —exclamó Noah, y añadió en voz más baja—: Bueno, algún día, al
      menos.
        —Y si lo haces, ¿no te parece que llegará un momento en que tendrás tantos
      remordimientos como yo?
        Noah asintió. Lo cierto era que empezaba a añorar su casa y su propia cama.
      Y aunque aún no sabía cómo iba a acabar la historia de su madre, ella seguía allí,
      no se había ido a ningún sitio todavía, y había tenido razón en querer pasar con él
      todo  el  tiempo  posible  mientras  aún  pudiese.  Ya  era  hora  de  que  él  hiciera  lo
      mismo. No sabía de cuánto tiempo juntos disponían todavía, pero, aunque sólo
      fuera  un  par  de  días,  podía  bastarle  con  eso  para  reunir  toda  una  vida  de
      recuerdos.
        Noah dio golpecitos en el suelo con el pie izquierdo, abrió la boca, la cerró,
      titubeó y por fin tomó una decisión.
        —He decidido irme a casa —anunció, y se puso en pie.
        —Muy sensato por tu parte.
        —Pero ¿cree que…? —Noah miró esperanzado a su nuevo amigo—. ¿Cree
      que podría volver en alguna ocasión? ¿De visita, nada más? ¿Y observar cómo
      trabaja? Podría aprender mucho de usted.
        —Por supuesto. Pero tendrás que perdonarme si me paso la mayor parte del
      tiempo tallando viejos pedazos de madera. Por lo visto, no puedo evitarlo.
        Noah sonrió y se volvió para mirar en la dirección de la que había venido. Ya
      había  oscurecido,  pero  de  algún  modo  no  sentía  miedo.  Sabía  que  no  sufriría
      ningún daño.
   101   102   103   104   105   106   107   108   109   110   111