Page 104 - En el corazón del bosque
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los sombreros y volvió al rincón de la juguetería—. Un niño que se ha ido de casa
      debe estar siempre en movimiento. Nunca puede detenerse en ningún sitio, o lo
      encontrarán.  Vaya,  si  hasta  corre  el  riesgo  de  hacer  amigos  si  se  queda
      demasiado tiempo en el mismo sitio.
        —Estoy seguro de que podría detenerme en algún sitio —respondió Noah—.
      Con el tiempo dejarán de buscarme.
        —Oh, inocente muchacho —repuso el anciano, y rió un poco—. Si piensas
      eso, es que no conoces a tus padres. Nunca dejarán de buscarte. Siempre querrán
      tenerte de vuelta. Bueno, ¿seguro que no te dejas nada?
        Noah miró alrededor y asintió con la cabeza. En realidad no quería irse, pero
      sabía  que  no  podía  quedarse  allí  solo.  La  juguetería  era  un  sitio  extraño  y
      desconcertante, aunque se sentía a salvo en su interior.
        —Bien —dijo el viejo—. Entonces, vámonos.
        Salieron  al  aire  del  anochecer,  que  era  un  poco  fresco.  La  calle  estaba
      tranquila  y  no  había  rastro  del  salchicha  servicial,  el  burro  hambriento  ni  la
      multitud congregada antes ahí fuera.
        —¿No cierra la puerta con llave para que no entre nadie? —preguntó Noah.
        —La forma más sencilla de impedir que entre alguien es no cerrar la puerta
      con llave —explicó el viejo—. Es lo más obvio del mundo, pero a nadie se le
      ocurre. Ven, vayamos por aquí.
        Pasaron ante el árbol de su padre, y Noah lo observó una vez más. Parecía un
      árbol perfectamente normal, aunque la madera tenía un aspecto más brillante y
      lustroso que la de los árboles del bosque frente a su casa.
        —Ojalá pudiese tallar algo con la madera de ese árbol —comentó Noah.
        —Oh, me temo que no es posible —repuso el viejo—. Ese árbol es propiedad
      exclusiva de la juguetería. Además, no puedes tallar juguetes o marionetas hasta
      haber practicado muchos años y llegado a conocer tu oficio. Hay que trabajar
      muy duro para eso, y hay que disponer de un buen montón de madera.
        —¡Fantástico! —exclamó Noah esbozando una sonrisa—. Porque resulta que
      mi padre es leñador y nuestra casa está situada junto a un bosque, de manera que
      tendría toda la madera necesaria. Si quisiera probar, quiero decir.
        —También necesitas buenas herramientas —continuó el viejo—. Un formón
      resistente, un buen cepillo de carpintero, unas cuantas gubias afiladas. Y pinturas,
      por supuesto; pinturas de buena calidad.
        —¡El tío Teddy! —exclamó Noah.
        —¿El tío qué?
        —¡El tío Teddy! Es dueño de una tienda de pinturas. Tiene más de tres mil
      variedades de pintura. « Si no la tenemos, no existe, colega» , ése es su lema.
        —Además —añadió el viejo tras considerar la cuestión unos instantes—, para
      llevar  un  negocio  hay  que  ser  bueno  en  cálculo;  si  no,  nunca  te  cuadran  las
      cuentas.
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