Page 102 - En el corazón del bosque
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había convencido de que si enterraba mis cinco monedas de oro en el campo de
los milagros, luego las regaba y después me iba durante unas horas, al regresar
las encontraría convertidas en cinco mil monedas de oro. El zorro que me había
robado abusando de mi ingenuidad.
« Vaya, ¿cómo ha ocurrido algo así?» , me pregunté, sorprendido, y decidí
que la noche siguiente me concentraría más en mi tarea y conseguiría tallar la
marioneta perfecta.
A partir de ese día, noche tras noche, me empeñé en tratar de hacer una
versión en madera de mi antiguo yo, pero, cada vez que acababa y observaba el
resultado, la marioneta era completamente distinta. La marioneta de un jefe de
estación, quizá. O de una viuda doliente. Una mujer sentada a un escritorio
componiendo un soneto a un amante perdido en el mar. Una pluma flotando en la
brisa. Un piano que necesitaba afinación. La estatua de Zeus en Olimpia. Charles
Lindbergh levantando el vuelo en el Spirit of Saint Louis. No importaba cómo
empezara la marioneta o con cuánta intensidad trabajara en ella, siempre
resultaba algo muy distinto y completamente inesperado.
Todas las noches arrancaba otra rama del árbol y volvía a empezar. Y unos
días después, la rama había crecido de nuevo.
Hace años que sucede lo mismo. He decorado la tienda con las marionetas
que mis manos han tallado del árbol de mi padre, y durante todo este tiempo he
envejecido más y más, hasta que ahora comprendo que mi objetivo era
imposible.
Tomé una decisión: me convertí en un niño de carne y hueso. Nunca podré
volver a ser una marioneta.
Y, como señaló el doctor Wings, un niño de carne y hueso se convierte en un
hombre de carne y hueso, y un hombre de carne y hueso se convierte en un
anciano de carne y hueso, y después…