Page 18 - En el corazón del bosque
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así? He sido simpático contigo, ¿no? No he hecho comentarios ofensivos sobre tu
      estatura. —Y añadió con afectación—: O sobre tu falta de ella.
        Noah lo miró y lamentó sus palabras.
        —Lo siento —dijo, pero no entendía por qué el salchicha se lo había tomado
      como algo personal—. No pretendía ofenderlo.
        —¡Guau, guau! —ladró el perro, y entonces esbozó una sonrisa de oreja a
      oreja—. Vale, ya está olvidado. Volvemos a ser buenos amigos. Pero estábamos
      hablando del árbol… Bien, lo interesante de verdad no es el árbol, sino…
        —La tienda que hay detrás —precisó el burro.
        Noah miró más allá del tronco hacia la casa deforme, oculta en gran parte
      por las ramas, como si durante ese rato se hubiesen extendido para protegerla de
      su inquisitiva mirada.
        —¿Qué tiene de interesante? —quiso saber—. A mí me parece sólo una tienda
      destartalada.  Y  los  constructores  no  parecen  haberse  esmerado  mucho  que
      digamos. Está hecha sin ton ni son. Me sorprende que un viento fuerte no se la
      haya llevado.
        —Eso te pasa porque no la miras como es debido —explicó el salchicha—.
      Vuelve a mirar.
        Noah fijó la vista en el otro lado de la calle y espiró con fuerza por la nariz,
      confiando en ver lo que fuera que veía el perro.
        —Esa tienda lleva ahí más tiempo del que yo he vivido —añadió el salchicha
      con tono solemne—. El anciano caballero que vivía ahí, ya fallecido, plantó el
      árbol  ante  la  puerta  hace  muchos  años  para  alegrar  un  poco  el  sitio.  Pero  la
      tienda es mucho más antigua.
        —¿Era amigo suyo? Me refiero al dueño.
        —Un gran amigo. Siempre me arrojaba un hueso cuando pasaba, y yo nunca
      olvido esas muestras de amabilidad.
        —¿Por casualidad no te quedará alguno todavía? —quiso saber el burro.
        —Ya sabes que no. Eso ocurrió hace décadas.
        —Roer huesos es una delicia —dijo el burro con convicción, mirando a Noah
      —. Sí, toda una delicia.
        —El hijo del viejo también es amigo mío —continuó el salchicha—. Otro tipo
      excelente. Vivió aquí de niño, pero luego se marchó durante muchísimo tiempo.
      Al final volvió, y hoy en día todavía vive ahí. ¡Guau! Mi padre me contó cómo el
      viejo plantó una semilla que se convirtió en un arbolillo, y el arbolillo no tardó en
      volverse un grueso tronco del que brotaron ramas, y de las ramas brotaron hojas,
      y  antes  de  que  alguien  en  el  concejo  municipal  tuviera  tiempo  de  votar  al
      respecto, este árbol formidable se alzaba en el centro del pueblo. Una historia
      muy especial, ciertamente.
        —Tiene aspecto de llevar ahí varios siglos —comentó Noah.
        —Sí, ¿verdad? Pero en realidad no es tan viejo.
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