Page 21 - En el corazón del bosque
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4. Marionetas
Noah no había tenido la intención de entrar en la juguetería. Sólo quería echar
una ojeada por el escaparate para ver qué había dentro. No tenía dinero para
comprar nada, por supuesto, pero no había nada de malo en contemplar lo que
uno no podía permitirse. Además, le preocupaba que hubiese muchos clientes,
por si advertían que no era del pueblo y llamaban a la policía.
Pero, de algún modo, tuvo la sensación de que la tienda lo había absorbido sin
que él tomase decisión alguna, como si todo hubiese estado fuera de sus manos.
Era una situación de lo más extraña, por supuesto, pero, ya que estaba dentro, le
pareció que lo mejor sería echar un vistazo a la tienda.
Lo primero que notó fue el silencio reinante. No se parecía al silencio que
había cuando despertaba en plena noche tras una pesadilla. Cuando pasaba eso,
siempre se colaban en su habitación leves sonidos difíciles de identificar por los
minúsculos resquicios de las ventanas. En esas ocasiones percibía que allí fuera
había vida, aunque estuviese dormida. Se trataba de un silencio que no era
verdadero silencio.
En cambio, dentro de aquella tienda, las cosas eran muy distintas: el silencio
era una ausencia total de sonido.
Noah había entrado en muchas jugueterías a lo largo de su vida. Siempre que
salía de compras con sus padres, trataba de portarse bien para que antes de
volver a casa lo llevaran a una. Y si se portaba más que bien, incluso cabía la
posibilidad de que sus padres le compraran alguna chuchería, aunque la despensa
estuviera medio vacía y no tuviesen dinero para gastar en extras. Así pues, no le
importaba que su madre le hiciera probarse todos los pantalones escolares de la
tienda antes de elegir el primer par que había tomado del perchero siete horas
antes; él seguía con una alegre sonrisa, como si comprar ropa fuera lo más
emocionante que podía hacer un niño de ocho años, y no algo que le daba ganas
de gritar tan fuerte que las paredes del centro comercial se derrumbaran y todos
los clientes, dependientes, cajas registradoras, percheros, camisas, corbatas,
calzoncillos y calcetines desaparecieran en las regiones más remotas del sistema
solar y no volviera a saberse de ellos.
Pero aquella juguetería era muy diferente de todas las que conocía. Miró
alrededor, tratando de averiguar qué la hacía tan distinta, y al principio no
consiguió saberlo.
Hasta que lo supo.
La diferencia entre esa juguetería y las demás era que allí no se veía plástico
por ninguna parte. Todos los juguetes expuestos estaban hechos en madera.
Había trenes en estantes, largos vagones y vías que se extendían de un rincón
a otro, todos de madera. Había ejércitos que marchaban hacia nuevos países y
nuevas aventuras, desplegados sobre los mostradores, todos de madera. Había