Page 24 - En el corazón del bosque
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haberlos metido ahí.
        —Tiene  razón  —contestó  ella,  tomando  la  baraja  de  manos  de  Noah  para
      tendérsela  al  guardia  con  una  sonrisa—.  Pero  son  cartas  mágicas,  ¿no?  Es
      probable que se hayan metido ahí ellas solas.
        Ése era otro recuerdo feliz, de ésos en los que Noah intentaba no pensar. Pero
      aquélla era una juguetería normal. En la de ahora ni siquiera había guardias de
      seguridad. No había nadie para acusarlo de algo que no había hecho. Se mordió
      el  labio  y  miró  alrededor  con  nerviosismo;  tal  vez  lo  mejor  era  marcharse  y
      continuar su camino hacia el pueblo siguiente, pero entonces oyó unos ruidos que
      se acercaban.
        Pisadas.
        Pisadas lentas y pesadas.
        Contuvo el aliento y aguzó el oído, entornando los ojos como si así pudiera
      escuchar  mejor.  Los  pasos  parecieron  detenerse.  Noah  exhaló  un  suspiro  de
      alivio, pero al punto se oyeron otra vez. Se quedó inmóvil, tratando de identificar
      de dónde venían exactamente.
        « ¡De debajo del suelo!» , constató con sorpresa, bajando la vista.
        En efecto, se oían pisadas que ascendían bajo la tienda, el rítmico sonido de
      unas pesadas botas subiendo despacio por una escalera, cada vez más cerca de
      donde  él  estaba.  Miró  alrededor  para  comprobar  si  alguien  más  las  oía,  pero
      estaba  totalmente  solo;  hasta  entonces  no  había  advertido  que  era  la  única
      persona en la tienda.
        Aparte de las marionetas, claro.
        —¿Hola? —susurró con nerviosismo, y su voz reverberó levemente—. ¿Hola?
      ¿Hay alguien ahí?
        Las  pisadas  se  detuvieron,  volvieron  a  empezar,  titubearon,  continuaron,  y
      entonces se oyeron más y más cerca.
        —¿Hola? —insistió Noah levantando la voz, cada vez más nervioso.
        Tragó  saliva  y  se  preguntó  por  qué  sentía  esa  extraña  mezcla  de  miedo  y
      seguridad. No era como la vez que había pasado toda una noche perdido en el
      bosque  y  sus  padres  habían  tenido  que  salir  a  buscarlo  antes  de  que  se  lo
      comieran los lobos; aquello sí había sido aterrador. Y tampoco era como la tarde
      en  que  se  quedó  encerrado  en  el  sótano,  sin  luz,  porque  se  había  atascado  el
      pestillo; aquello había sido un simple fastidio. Lo de ahora era completamente
      distinto.  Se  sentía  como  si  tuviera  que  estar  allí  pero  más  le  valiera  estar
      preparado para lo que fuera a ocurrir.
        Se volvió hacia la entrada de la tienda, pero, para su sorpresa, no consiguió
      ver la puerta. Debía de haberse internado tanto que ya no era visible. Sólo que no
      recordaba haberse alejado tanto y la tienda no le parecía especialmente grande,
      desde luego no lo bastante para perderse en ella. Miró a su espalda y no consiguió
      ver ninguna puerta, ni ningún rótulo de salida o entrada. Sólo había marionetas,
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