Page 19 - En el corazón del bosque
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—Aun así, no me parece una historia tan rara —dijo Noah—. La naturaleza
es así. He estudiado la naturaleza en el colegio, y no tiene nada de raro que este
árbol se haya desarrollado tan bien. Quizá el terreno es muy fértil. O las semillas
eran de crecimiento rápido. O alguien ha estado echándole fertilizante Milagro
cada semana. Mi madre lo hace, y una vez me pescó vertiéndomelo en la cabeza
para ganar estatura. Me hizo quitar la ropa y me regó con la manguera en el
jardín, donde todo el mundo pudiera verme. Claro que entonces era mucho más
pequeño y muy poco sensato.
—Qué historia tan interesante —intervino el burro, y soltó un bufido dando a
entender todo lo contrario.
—Pero ¿quién ha dicho que mi historia tuviese algo de raro? —preguntó el
salchicha, ofendido otra vez.
—Usted mismo —respondió Noah—. Ha dicho que tenía algo especial.
—Pues aún no has oído lo mejor —repuso el perro, y de pronto se puso a
correr en círculos alrededor de Noah de pura excitación—. Es muy curioso.
Cada pocos días pasa algo muy raro en ese árbol. Cuando el pueblo se va a
dormir, el árbol tiene el mismo aspecto que ahora. Sin embargo, por la mañana,
cuando despertamos, vemos que le han podado varias ramas durante la noche,
aunque no hay rastros de leña caída. Y un par de días después, ¡han vuelto a
crecer! Es asombroso. Me refiero a que es la clase de cosas que pasan en… —
Mencionó el segundo pueblo que Noah había atravesado aquella mañana y se
estremeció un poco, como si el mero nombre de aquel terrible lugar le dejara un
regusto amargo—. Pero aquí no suelen ocurrir cosas así.
—Muy interesante —dijo el niño.
—Ya te lo he dicho. ¡Guau!
—Y la tienda tiene unos colores muy vivos.
—Por supuesto que sí. ¡Guau! Es una juguetería.
El chico abrió los ojos como platos.
—¡Una juguetería! ¡Mis dos palabras favoritas!
—Para mí, no —repuso el salchicha—. Me gusta « una» , pero « juguetería»
no me fascina que digamos. Prefiero « resistencia» , la capacidad de encajar los
problemas sin sucumbir. Me da la impresión de que tendrías que reflexionar
sobre esa palabra, jovencito.
—A mí me gusta « flan de frutas» —intervino el burro—. Tres palabras
magníficas.
—No tengo ninguno —se apresuró a decir Noah, anticipándose a la pregunta.
El burro pareció desconcertado, y el niño se preguntó si estaría considerando
comérselo.
—Ya veo que no me prestas atención —dijo el perro al cabo de un rato, al
parecer ofendido otra vez. Se ciñó la bufanda con los dientes, pues de pronto se
había levantado viento y empezaba a hacer frío—. Y si es así, no te