Page 88 - En el corazón del bosque
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Se volvió hacia su madre, pero ella negó con la cabeza y señaló de nuevo a lo
lejos mientras consultaba el reloj.
—Tú mira y ya está —dijo, apretándole más la mano—. Va a suceder en
cualquier momento.
Noah entornó los ojos, preguntándose qué iba a ocurrir.
—Aquí viene —anunció su madre al cabo de unos instantes—. Ahora no
apartes la vista del horizonte. Sigue mirando, Noah. Te va a dejar patitieso.
—Pero si ya lo estoy —respondió mirándose los pies descalzos, helados y
verdosos.
Y entonces, un segundo después, ocurrió algo extraordinario. La penumbra
que cubría el bosque se vio iluminada de pronto por una reluciente cortina de luz
dorada que irrumpió a través de las briznas de hierba empapadas de rocío y las
ramas de los árboles, cambiando el mundo entero de la noche al día en breves
instantes.
—Uno no ha vivido de verdad hasta que ha visto amanecer en el bosque —
dijo la madre atrayéndolo hacia sí—. Mi padre me trajo a verlo justo antes de…
justo antes de que nos dejara. Y nunca lo olvidé. Es uno de los recuerdos más
felices que tengo de él. Así que quería que lo viéramos juntos, sólo tú y yo, Noah.
¿Qué te parece? ¿No es maravilloso?
—Ha sido bonito —contestó él encogiéndose de hombros, y al cabo de un
momento añadió—: ¿Tenemos que quedarnos aquí fuera? Me estoy congelando.
Su madre le dirigió una mirada un poco triste y negó con la cabeza.
—No. Puedes volver a entrar. Sólo quería que lo viéramos juntos una vez,
nada más. Ahora, si ves amanecer alguna vez en el futuro, a lo mejor pensarás
en mí.
Noah asintió con la cabeza y echó a correr de vuelta a la casa, se precipitó
escaleras arriba y arrojó la bata al suelo. Justo antes de meterse en la cama,
echó un rápido vistazo por la ventana y le sorprendió comprobar que su madre
seguía donde la había dejado, pero se había encaramado a los dos travesaños de
la cerca como si fuese una escalera y estaba de pie a unos palmos del suelo, la
única persona visible, perfilada contra la gran extensión de bosque más allá —la
única persona despierta en el mundo entero, se dijo Noah—, con los brazos
extendidos a la mañana radiante y soleada, la cabeza echada atrás para que el
calor del sol le diera en la cara. Fue un espectáculo extraordinario.
Se metió enseguida en la cama, pero, pese a lo cansado que estaba, no
consiguió dormirse. Sólo cuando oyó a su madre entrar en la casa y subir
despacio la escalera se sintió a salvo.
Fue entonces cuando la oyó emitir un grito de dolor. Se incorporó en la cama
y se quedó inmóvil. Oyó abrirse la puerta de la habitación de sus padres, y a su
padre abalanzarse escaleras abajo llamándola por su nombre.