Page 90 - En el corazón del bosque
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con un hombre de mediana edad y de cara colorada que parecía estar al mando
allí, pues hacía grandes aspavientos y pedía a todos que se callaran para que
pudiera pensar. El burro se estaba comiendo una banana que una mujer distraída
sostenía en una mano mientras miraba hacia la acera de enfrente.
—¿Qué quieren? —preguntó Noah.
—Oh, yo que tú no me preocuparía —contestó el anciano sin dignarse
mirarlos siquiera—. De vez en cuando se plantan ahí y anotan cosas. Entonces
redactan artículos para denunciarme en el boletín informativo que todo el mundo
recibe pero nadie lee. No es que tengan algún problema conmigo, o con la tienda.
El motivo de sus protestas es ese árbol —añadió señalando las ramas, que se
mecían un poco a la brisa del atardecer y dejaron de hacerlo en cuanto se
sintieron observadas—. Aseguran que lo que ocurre aquí no es normal, pero yo
digo que me importa un pimiento. Además, ¿quién les ha pedido su opinión? El
salchicha estará de mi parte, no te preocupes. Y el burro también. Mantendrán a
raya a los agitadores. Bueno, ¿qué te parece esto?
Noah se volvió en redondo y tomó de manos del viejo la marioneta que
acababa de tallar. Parecía una especie de mangosta.
—Está muy bien —respondió—. ¿Cómo la ha hecho tan deprisa?
—Tengo mucha experiencia.
Noah observó unos instantes más a la multitud y luego se sentó en la repisa de
la ventana.
—Papá dice que los médicos harán que mamá se recupere —dijo al cabo de
un momento—. Al menos eso decía antes. Ahora dice que tengo que ser muy
valiente.
—¿Y tu madre? ¿Tengo razón si pienso que está en el hospital?
—Lo estuvo —contestó Noah, y se volvió para que el viejo no viera las
lágrimas que le afloraban—. Ahora está en casa otra vez. En la cama. Verá, llegó
a casa ayer. Insistió en hacerlo. Dijo que era donde quería estar cuando…
cuando… —No logró pronunciar las palabras y apretó los puños y los labios para
serenarse.
—Pero si está en casa y no se encuentra bien, ¿no deberías estar con ella?
Noah se volvió hacia el anciano.
—Usted también se fue de casa.
—Pero volví cuando me enteré de que mi padre estaba enfermo.
—¿Tardó mucho en hacerlo? —preguntó Noah, y se levantó para ayudarlo a
recoger los últimos vasos y tazas de la mesa. Por fin tenía la barriga llena, y
aunque había una bandeja con bombones en la encimera a su lado, sólo les echó
un vistazo, dejándolos arrastrarse con desánimo de vuelta a un armario—. ¿Llegó
a tiempo tras recibir la carta que le informó de que su padre estaba enfermo?
¿Llegó a casa antes de que… antes de que estuviera…?
—¿Muerto? —concluyó el viejo—. ¿Qué pasa, muchacho? ¿No puedes