Page 95 - En el corazón del bosque
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los pueblos más distantes, para luego volver a la tienda, cerrarlo todo y retirarme
      al piso de arriba a cenar. Un poco de pasta. O una ensalada de la huerta. Me
      acostaba todas las noches a las doce y volvía a levantarme a las cuatro, siete días
      por semana.
        Me decía que, en general, era una buena vida. Y pasaba los días tratando de
      no  pensar  cuánto  lamentaba  haber  dejado  solo  a  papá  cuando  más  me
      necesitaba.
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