Page 96 - En el corazón del bosque
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22. Noah y el viejo
—Siento mucho lo de su padre —dijo Noah con la vista fija en el suelo—.
¿Todavía lo echa de menos?
El viejo asintió con la cabeza y miró alrededor.
—Pienso en él cuando entro aquí todas las mañanas. Cuando tomo el
desayuno, cuando considero la jornada que tengo por delante. Y por las noches,
cuando me siento junto al fuego a leer un libro, imagino que está a mi lado,
velando por mí. Lo siento muy cerca, y le digo que lamento no haber estado aquí
al final.
Noah guardó silencio durante un buen rato. Oía las conversaciones que tenían
lugar en su cabeza, un montón de discusiones; quería escuchar algunas de ellas,
pero otras prefería ignorarlas por completo.
—¿Podemos ir abajo? —preguntó, poniéndose en pie y frotándose los brazos
—. Aquí arriba hace un poco de frío, y de todos modos es probable que no tarde
mucho en irme.
—Por supuesto, muchacho —respondió el viejo, y se dirigió hacia Henry
para abrir—. Vamos, sígueme.
Salieron a la escalera y se hicieron a un lado para permitir que la puerta
bajase primero, y una vez estuvo bien encajada en la pared de abajo, la abrieron
y entraron una vez más en la juguetería.
—¿Nunca se siente solo viviendo aquí? —preguntó Noah, y miró alrededor
con la curiosa sensación de que algunas marionetas estaban ahora en sitios
distintos que antes.
—A veces. Pero ahora ya soy viejo y no busco compañía.
—¿Cuántos años tiene?
El anciano pensó un poco, frotándose la barbilla.
—Si he de serte sincero, he perdido la cuenta. Pero no soy ningún jovenzuelo,
eso sí que lo sé.
—Me sorprende que haya decidido quedarse aquí, después de que su padre
muriera. Podría haber corrido un montón de aventuras el resto de su vida. Podría
haber viajado por todo el mundo.
—Pero cada día ha sido una aventura para mí —respondió el viejo con una
sonrisa—. No importa si estoy aquí con mis marionetas o a diez mil kilómetros de
distancia. Siempre ocurre algo interesante, dondequiera que estés. No sé si me
explico, pero…
—Sí que se explica —interrumpió Noah, y añadió—: ¿Vende a veces algunas
marionetas?
—Oh, no —contestó el anciano—. No están a la venta.
—¿Qué no están a la venta? —Noah rió—. Pero esto es una tienda, ¿no?
—Es un sitio en que se fabrican cosas, sí. Y hay una puerta de entrada para el