Page 155 - Vuelta al mundo en 80 dias
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estación, todos los relojes de Londres señalaban las nueve menos diez.


                  ¡Phileas Fogg, después de haber dado la vuelta al mundo, llegaba con un atraso de cinco
                  minutos.

                  Había perdido.





                  XXXV
                  Al siguiente día, los habitantes de Saville Row se hubieran sorprendido mucho si les
                  hubieran asegurado que mister Fogg había vuelto a su domicilio. Puertas y ventanas estaban
                  cerradas, y ningún cambio se había notado en el exterior.

                  En efecto, después de haber salido de la estación. Phileas Fogg había dado a Picaporte la
                  orden de comprar algunas provisiones y había entrado en su casa.

                  Este gentleman había recibido con su habitual impasibilidad el golpe que lo hería.
                  ¡Arruinado! ¡Y por culpa de ese torpe inspector de policía! ¡Después de haber seguido con
                  planta certera todo el viaje; después de haber destruido mil obstáculos y arrostrado mil
                  peligros; después de haber tenido hasta ocasión de hacer algunos beneficios, venir a
                  fracasar en el puerto mismo ante un hecho brutal, era cosa terrible! De la considerable suma
                  que se había llevado, no le queda-ba más que un resto insignificante. Su fortuna estaba
                  reducida a las veinte mil libras depositadas en casa de Baring Hermanos, y las debia a sus
                  colegas del Reform-Club. Después de tanto gasto, aun en el caso de ganar la apuesta, no se
                  hubiera enriquecido, ni es probable que hubiese tratado de hacerlo, siendo hom-bre de esos
                  que apuestan por pundonor; pero perdién-dola se arruinaba completamente. Además, el
                  gentle-man había tomado ya su resolución, y sabía lo que le restaba hacer.

                  Se había destinado un cuarto para mistress Aouida en la casa de Savi lle Row. La joven
                  estaba desespera-da; y por ciertas palabras que mister Fogg había pro-nunciado, había
                  comprendido que éste meditaba algún proyecto funesto.

                  Sabido es, en efecto, a qué deplorables desespera-ciones se entregan los ingleses
                  monomaniáticos cuan-do les domina una idea fija. Por eso Picaporte vigilaba a su amo con
                  disimulo.

                  Pero, antes que todo, el buen muchacho subió a su cuarto y apagó el gas, que había estado
                  ardiendo durante ochenta días. Había encontrado en el buzón una carta de la compañía del
                  gas, y creyó que ya era tiempo de suprimir estos gastos, de que era respon-sable.

                  Transcurrió la noche. Mister Fogg se había acosta-do, pero es dudoso que durmiera. En
                  cuanto a mistress Aouida, no pudo descansar ni un solo instante. Pica-porte había velado
                  como un perro a la puerta de su amo.
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