Page 48 - Vuelta al mundo en 80 dias
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Sí  repuso el brigadier general , quemada; y si no lo fuera, no podéis figuraros a qué
                  miserable condi-ción se vería reducida por sus mismos deudos. Le afei-tarían la cabeza, le
                  darían por alimentos algunos puña-dos de arroz, la rechazarían, sería considerada como una
                  criatura inmunda, y moriría en algún rincón como un perro sarnoso. Por eso la perspectiva
                  de esta horrible existencia, impele con frecuencia a esas desgraciadas al suplicio mucho
                  más que el amor o el fanatismo religio-so. Algunas veces, sin embargo, el sacrificio es
                  real-mente voluntario, y se necesita la intervencion energica del gobierno para impedirlo.
                  Así es que, hace algunos años, yo residía en Bombay, cuando una joven viuda pidió al
                  gobierno autorizacion para quemarse con el cuerpo del mando. Como podéis pensarlo, el
                  gobierno la negó. Entonces la viuda fue a refugiarse al territorio de un rajá independiente,
                  donde consumó su sacrificio.

                  Durante la relación del brigadier general, el guía movía la cabeza, y cuando aquél concluyó
                  de hablar, éste último dijo:

                   El sacrificio que ha de verificarse mañana al amanecer no es voluntario.

                   ¿Cómo lo sabéis?

                   Es una historia que todo el mundo conoce en el Bundelkund  respondió el guía.

                   Sin embargo, esa desventurada no parecía opo-ner resistencia   observó sir Francis
                  Cromarty.

                   Es porque la han emborrachado con zumo de cáñamo y de opio.

                   ¿Pero adónde la llevan?

                   A la pagoda de Pillaji, a dos millas de aquí. Allí pasará la noche aguardando la hora del
                  sacrificio.

                   Y este sacrificio, ¿se verificará?

                   Mañana, con los primeros albores del día.

                  Después de esta respuesta, el guía hizo salir al ele-fante de la espesura y montó sobre su
                  cuello. Pero en el momento en que iba a excitarlo con un silbido par-ticular, nlister Fogg lo
                  detuvo, y dirigiéndose a sir Francis Cromarty, le dijo:

                   ¿Y si salvásemos a esa mujer?

                   ¡Salvar a esa mujer, señor Fogg!  Exclamó el brigadier general.

                   Tengo todavía doce horas de adelanto y puedo dedicarlas a esto.

                   ¡Sois entonces hombre de corazón!  Dijo sir Francis Cromarty.
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