Page 53 - Vuelta al mundo en 80 dias
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En todo caso, Picaporte no formuló de otro modo su pensamiento; pero no tardó en
                  deslizarse con una flexibilidad de serpiente bajo las ramas inferiores del árbol, cuya
                  extremidad se inclinaba hacia el suelo.

                  Pasaban las horas, y bien pronto algunos matices menos sombríos anunciaron la
                  proximidad del día. La oscuridad era profunda sin embargo.

                  Aquel era el momento preciso. Hubo como una resurrección en la multitud adormecida.
                  Los grupos se animaron. Había llegado para la desdichada víctima la hora de la muerte.

                  En efecto, las puertas de la pagoda se abrieron. Una luz más viva se escapó del interior.
                  Mister Fogg y sir Francis Cromarty pudieron percibir la víctima viva-mente alumbrada, que
                  dos sacerdotes sacaban fuera. Hasta les pareció que, sacudiendo el entorpecmiento de la
                  embriaguez por un supremo instinto de conservación, la desgraciada intentaba escaparse de
                  entre sus verdu-gos. El corazón de sir Francis Cromarty palpitó, y por un movimiento
                  convulsivo, asiendo la mano de Phileas Fogg, sintió que esta mano llevaba una navaja
                  abierta.

                  En este momento la multitud se puso en movi-miento. La joven habíase caído en aquel
                  entorpeci-miento provocado por el humo del cáñamo. Pasó por entre los fakires que la
                  escoltaban con sus vociferacio-nes religiosas.

                  Phileas Fogg y sus compañeros lo siguieron, mez-clándose entre las últimas filas de la
                  multitud.

                  Dos minutos después llegaban al borde del río y se detenían a menos de cincuenta pasos de
                  la hoguera, sobre la cual estaba el cuerpo del rajá. Entre la semios-curidad vieron a la
                  víctima absolutamente inerte, ten-dida junto al cadáver de su esposo.

                  Después acercaron una tea, y la leña impregnada de aceite se inflamó inmediatamente.

                  Entonces sir Francis y el guía retuvieron a Phileas Fogg, que en un momento de generosa
                  demencia quiso arrojarse sobre la hoguera...

                  Pero Phileas Fogg los había ya repelido, cuando la escena cambió de repente. Hubo un grito
                  de terror, y toda aquella muchedumbre se arrojó a tierra amedren-tada.

                  Creyeron que el viejo rajá no había muerto, pues-to que lo vieron de repente levantarse,
                  tomara la joven mujer en sus brazos y bajar de la hoguera en medio de torbellinos de humo
                  que le daban una apariencia de espectro.

                  Los fakires, los guardias, los sacerdotes, acometi-dos de súbito terror, estaban tendidos
                  boca abajo sin atreverse a levantar la vista ni mirar semejante prodigio.

                  La víctima inanimada pasó a los vigorosos brazos que la llevaban sin que les pareciese
                  pesada. Fogg y Francis habian permanecido de pie; el parsi había inclinado la cabeza, y es
                  probable que Picaporte no estuviese menos estupefacto.
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