Page 54 - Vuelta al mundo en 80 dias
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El resucitado llegó adonde estaban mister Fogg y sir Francis Cromarty, y con voz breve,
                  dijo:

                   ¡Huyamos!

                  ¡Era Picaporte mismo quien se había deslizado hasta la hoguera en medio del denso humo!
                  ¡Era Pica-porte quien, aprovechando la oscuridad que reinaba todavía, había libertado a la
                  joven de la muerte! ¡Era Picaporte quien, haciendo su papel con atrevida auda-cia, pasaba
                  en medio del espanto general!

                  Un instante después, los cuatro desaparecieron por la selva, llevándolos el elefante con trote
                  rápido. Pero entonces, los gritos, los clamores y una bala que atra-vesó el sombrero de
                  Phileas Fogg les anunció que el ardid estaba descubierto.

                  En efecto, sobre la inflamada hoguera se destaca-ba entoces el cuerpo del viejo rajá. Los
                  sacerdotes, repuestos de su espanto, habían comprendido que aca-baba de efectuarse un
                  rapto.

                  Al punto se precipitaron al bosque, siguiéndoles los guardias, que hicieron una descarga
                  general; pero los raptores huían rápidamente, y en pocos momentos se hallaron fuera del
                  alcance de las balas y de las flechas.



                  XIV


                  Había tenido buen éxito el atrevido rapto de Aouí-da, y una hora después Picaporte se
                  estaba riendo toda-vía de su triunfo. Sir Francis Cromarty había estrecha-do la mano del
                  intrépido muchacho. Su amo le había dicho: "Bien", lo cual en boca de este gentleman
                  equi-valía a una honrosa aprobación. A esto había respon-dido Picaporte que todo el honor
                  de la hazaña corres-pondía a su amo. Para él no había habido más que una chistosa
                  ocurrencia, y se reía al pensar que durante algunos instantes, él, Picaporte, antiguo
                  gimnasta, ex sargento de bomberos, había sido el viudo de la linda dama, un viejo rajá
                  embalsamado.

                  En cuanto a la joven india, no había tenido con-ciencia de lo sucedido. Envuelta en mantas
                  de viaje, se hallaba descansando en uno de los cuévanos.

                  Entretanto, el elefante, guiado con mucha seguri-dad por el parsi, corría con rapidez por la
                  selva toda-vía oscura. Una hora después de haber dejado la pago-da de Pillaji, se lanzaba al
                  través de una inmensa llanura. A las siete se hizo alto. La joven seguía en una postración
                  completa. El guía le hizo beber algunos tra-gos de agua y de brandy, pero la influencia
                  embria-gante que pesaba sobre ella debía prolongarse todavía por algún tiempo.
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