Page 57 - Vuelta al mundo en 80 dias
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El elefante exhaló algunos gruííidos de satisfac-ción, y luego tomó a Picaporte por la
cintura y lo levantó hasta la altura de su cabeza. Picaporte, sin asustarse, hizo una caricia al
animal que lo volvió a dejar suavemente en tierra, y al apretón de trompa del honrado
Kiouni respondió un apretón de manos del honrado mozo.
Algunos instantes después, Phileas Fogg, sir Fran-cis Cromariy y Picaporte, instalados en
un confortable vagón, ctiyo mejor asiento iba ocupado por Aouida, corrían a todo vapor
hacia Benarés.
Ochenta millas lo más separaban a esta ciudad de Allababad, las cuales se recorrieron en
dos horas.
Durante el trayecto, la joven recobró por entero los sentidos, quedando disipados los
vapores embriagado-res del "hang".
¡Cuál fue su asombro al encontrarse en el ferroca-rril, en aquel compartimento, vestida a la
europea y en medio de viajeros que le eran completamente desco-nocidos!
Principiaron sus compañeros prodigándole cuida-dos y reanimándola con algunas gotas de
licor; y después el brigadier general le refirió lo ocurrido. Insistió sobre la decisión de
Phileas Fogg que no había vacila-do en comprometer su vida para salvarla, y sobre el
desenlace de la aventura debida a la audaz imagina-ción de Picaporte.
Mister Fogg dejó hablar sin decir una palabra. Picaporte, avergonzado, repetía que la cosa
no merecía tanto.
Aouida dio gracias a sus libertadores con una efu-sión expresada con las lágrimas más que
por sus pala-bras. Sus hennosos qios, mejor que sus labios, fueron los intérpretes de su
reconocimiento. Y después, lle-vándola su pensamiento a las escenas del "sutty", y viendo
sus miradas esa tierra indígena donde tantos peligros la amenazaban, fue acometida de un
estreme-cimiento de terror.
Phileas Fogg comprendió lo que pasaba en el ánimo de Aouida, y para tranquilizarla le
ofreció con mucha frialdad conducirla a Hong Kong, donde vivi-ría hasta que este asunto
se olvidase.
Aouida aceptó la oferta con reconocimiento. Pre-cisamente residía en Hong Kong uno de
sus parientes, parsi como ella, y uno de los principales comerciantes de la ciudad, que es
completamente inglesa, aun cuan-do se halla en las costas de China.
A las doce y media el tren se detenía en la estación de Benarés. Las leyendas Brahamánicas
afin nan que esta ciudad ocupa el sitio de la vetusta Casi, que estaba antiguamente
suspendida en el espacio entre el cenit y el nadir, como la tumba de Mahoma. Pero en la
época actual, más positiva, Benarés, la Atenas de la India, según los orientalistas,
descansaba prosaicamente sobre el suelo, y Picaporte pudo por un momento entrever sus
casas de ladrillo y sus chozas de cañizos, que le dan un aspecto absolutamente desairado sin
color local alguno.