Page 62 - Vuelta al mundo en 80 dias
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Los sacerdotes se miraron. No comprendían al parecer nada en las palabras del acusado.

                   ¡Sin duda!    exclamó impetuosamente Picapor-te . ¡En esa pagoda de Pillaji, ante la
                  cual iban a que-mar a su víctima!

                  Los sacerdotes volvieron a quedar estupefactos, asombrándose profundamente el juez
                  Obadiah.

                   ¿Qué víctima?  preguntó . ¿Quemar a quién? ¿En medio de la ciudad de Bombay?

                   ¿Bombay?   exclamó Picaporte.

                   Sin duda no se trata de la pagoda de Pillaji, sino de la pagoda de Malebar Hill, en
                  Bombay.

                  Y como pieza de convicción, he aquí los zapatos del profanador  añadió el escribano
                  colocando un par de ellos encima de la mesa.

                   ¡Mis zapatos!   exclamó Picaporte, quien alta-mente sorprendido no pudo contener esa
                  involuntaria exclamación.

                  Fácil es comprender lo confundidos que quedaron amo y criado. Se habían olvidado del
                  incidente de Bombay, y éste era precisamente lo que los traía ante el magistrado de Calcuta.

                  En efecto, el agente Fix había comprendido todo el partido que podía sacar de ese
                  desgraciado asun-to. Atrasando su marcha doce horas había ido a aconsejar lo que debían
                  hacer los sacerdotes de Malebar Hili. Les había prometido resarcimiento de perjuicios,
                  sabiendo muy bien que el gobierno inglés se mostraba muy severo con esos delitos, y
                  después por el tren siguiente los había hecho ir en segui-miento de los culpables. Pero a
                  causa del tiempo empleado en dar libertad a la joven viuda, Fix y los indios llegaron a
                  Calcuta antes que Phileas Fogg y su criado, a quienes los magistrados, prevenidos por
                  despacho telegráfico, debían prender al apearse del tren.

                  Júzguese el despecho de Fix cuando supo que Phileas Fogg no había llegado a la capital del
                  Indos-tán. Debió creer que el ladrón, deteniéndose en una de las estaciones, se había
                  refugiado en una de las provincias septentrionales. Durante las veinticuatro horas, Fix
                  estuvo de acecho en la estación, entregado a mortales inquietudes. ¡Cuál fue después su
                  alegría al verlo aquella misma mañana bajar del vagón en compañía, es cierto, de una joven
                  cuya presencia no podía explicar! Al punto envió contra él un agente de policía, y de esa
                  manera Fogg, Picaporte y la viuda del rajá de Bundelkund fueron conducidos ante el juez
                  Obadiab.

                  Y no estando Picaporte tan preocupado, hubiera visto en un rincón del pretorio al
                  "detective", que asis-tía al juicio con interés fácil de comprender, porque en Calcuta como
                  en Bombay y como en Suez, no tenía aún el mandato de prision.
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