Page 51 - Vuelta al mundo en 80 dias
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Aguardemos  dijo el gobernador general-no son mas que las ocho todavía, y es posible
                  que esos guardias sucumban también al sueño.

                   Posible es en efecto  respondió el parsi.

                  Phileas Fogg y sus compañeros se recostaron, pues, al pie de un árbol y esperaron.

                  El tiempo les pareció largo. De vez en cuando el guía los dejaba e iba a observar. Los
                  guardias del rajá se huían siempre vigilando a la luz de las antorchas, y una luz vaga se
                  filtraba por las ventanas de la pagoda.

                  Esperaron hasta medianoche. La situación no cam-bió. Había fuera la misma vigilancia, y
                  era evidente que no podía contarse con el sueño de los guardias. La embriaguez del "hag"
                  les había sido probablemente ahorrada. Era menester, pues, obrar de otro modo y penetrar
                  por una abertura practicada en las murallas de la pagoda. Restaba la cuestión de saber si los
                  sacerdotes vigilaban cerca de su víctima con tanto cuidado como los soldados en la puerta
                  del templo.

                  Después de otra conversación, el guía estuvo dis-puesto a marchar. Mister Fogg, sir Francis
                  y Picaporte lo siguieron. Dieron una vuelta bastante larga a fin de alcanzar la pagoda por
                  atrás.

                  A las doce y media de la noche llegaron al pie de los muros sin haber hallado a nadie.
                  Ninguna vigilan-cia existía por ese lado, pero ni había puertas ni ventanas.

                  La noche estaba sombría. La luna, entonces en su último cuarto, desaparecía apenas del
                  horizonte, enca-potado por algunos nubarrones. La altura de los árbo-les aumentaba aún en
                  la oscuridad.

                  Pero no bastaba haber llegado al pie de las murallas, sino que era preciso practicar un
                  boquete, y para esta operación Phileas Fogg y sus compañeros no tenían otra cosa más que
                  navajas. Por fortuna las paredes del templo se componían de una mezcla de ladrillos y
                  madera que no era difícil perforar. Una vez quitado el primer ladrillo, los otros seguirían
                  con facilidad.

                  Se pusieron a trabajar haciendo el menor ruido posible. El parsi por un lado y Picaporte por
                  otro tra-bajaban en arrancar los ladrillos, de modo que pudiera obtenerse un boquete de dos
                  pies de anchura.

                  El trabajo adelantaba, cuando se oyó un grito den-tro del templo, y casi al punto le
                  respondieron desde fuera otros gritos.

                  Picaporte y el guía interrumpieron su trabajo. ¿Los habían sorprendido? ¿Se había dado el
                  alerta?
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