Page 95 - Vuelta al mundo en 80 dias
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Bueno   dijo para sí , mistress Aouida estará todavía acostada, y en cuanto a mister
                  Fogg, habrá tro-pezado con algún jugador de "whist, y, según su cos-tumbre...

                  Diciendo esto, Picaporte bajó al salón. Allí no estaba su amo. Picaporte preguntó al
                  "purser" cuál era el camarote que ocupaba mister Fogg. El "purser" le contestó que no
                  conocía a nadie que se llamara así.

                   Dispensad   dijo Picaporte, insistiendo . Se trata de un caballero alto, frío, poco
                  comunicativo, acompañado de una joven seíiora...

                   No tenemos señoras jóvenes a bordo     respon-dió el "purser" . Por lo demás, he
                  aquí la lista de los pasajeros, y podéis consultarla.

                  Picaporte la leyó, y allí no figuraba el nombre de su amo.

                  Tuvo una especie de desvanecimiento. Ni una sola idea cruzó por su cerebro.

                   Pero, ¿estoy en el "Carnatic"?  preguntó.

                   Sí  respondió el "purser".

                   ¿En rumbo para Yokohama?

                   Perfectamente.

                  Picaporte habia tenido, de pronto, el temor de haberse equivocado de buque. Pero, si él
                  estaba en el "Carnatic", era bien seguro que su amo no.

                  Picaporte se dejó caer sobre su sillón como herido del rayo. Acababa de ocurrírsele,
                  súbitamente, una idea clara. Recordó que la hora de salida del "Cama-tic" se había
                  adelantado, y que no se lo había avisado a su amo. ¡Era culpa suya, por consiguiente, que
                  mis-ter Fogg y mistress Aouida hubiesen perdido el viaje!

                  ¡Culpa suya, sí, pero más todavía del traidor que, para separarlo de su amo, y detener a éste
                  en Hong--Kong, lo había embriagado! Porque, al fin, compren-dió el ardid del inspector de
                  policía. ¡Y ahora mister Fogg, seguramente arruinado, perdida la apuesta, dete-nido, preso
                  tal vez!... Picaporte se arrancaba los pelos. ¡Ah, si Fix cayese alguna vez entre sus manos,
                  qué ajuste de cuentas!

                  En fin, después de los primeros momentos de pos-tración, Picaporte recobró su sangre fría,
                  y estudió la situación, que era poco envidiable. El francés estaba en rumbo para el Japón.
                  Cierto de su llegada allí ¿cómo se marcharía? Tenía los bolsillos vacíos. ¡Ni un chelín, ni
                  un penique! Sin embargo, su pasaje y manu-tención estaban pagados de antemano.
                  Contaba, pues, con cinco o seis días para pensar la resolución que debía tomar. Comió y
                  bebió durante la travesía, cual no puede describirse. Comio por su amo, por mistress
                  Aouida y por sí mismo. Comió como si el Japón, adonde iba a desembarcar, hubiera sido
                  país desierto, desprovisto de toda substancia comestible.
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