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Las obras de una vida fructífera no solo dependen de la voluntad
       y  del talento, sino de las circunstancias en las que se hicieron.
       Esta regla evidente no debió de cumplirse con Johannes Kepler,
       a quien abandonarnos en sus últimos días en Linz. Se marchó de
       esta ciudad porque los desórdenes bélicos eran inaguantables.
       Ni la guerra más horrísona podía hacerle perder la concentra-
       ción en el estudio. Recuérdese que seguía trabajando con abso-
       luta perseverancia cuando la guerra se estaba desarrollando ¡en
       su propia casa! Esto no es una metáfora ni ninguna figura retó-
       rica. La guerra la tenía Kepler materialmente en su propia al-
       coba. ¿Qué guerra era esa?
           La Contrarreforma se había apoderado de la región con la
       expulsión de todos aquellos que no aceptaran la religión católica,
       había exigido la entrega de todos los libros considerados heréti-
       cos y había cercenado la libertad de la población. La presión llegó
       a ser tal que los campesinos acabaron rebelándose, se hicieron
       fuertes y llegaron a sitiar Linz.
           La ciudad de Linz le había procurado a Kepler una hermosa
       vivienda. Estaba sobre la muralla y desde ella se observaba toda
       la planicie en su entorno. Pero cuando dio comienzo la batalla
       entre campesinos y tropas imperiales, resultó que su casa era un
       lugar idóneo para observar las maniobras del enemigo y para de-
      fenderse de él.  Una compañía entera ocupó su casa. Tenían que






                                          REPERCUSIÓN  EN  LA CIENCIA ACTUAL   113
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