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mente, Kepler tuvo que aceptar el compromiso de no p11blicar
nada que hiciera uso de los datos de Tycho sin la autorización de
Tengnagel. Para mayor dificultad, al favorecer Rodolfo II la Con-
trarreforma, aquel se convirtió oportunamente al catolicismo y
fue nombrado consejero imperial de apelación, aumentando así
su influencia en la corte. El caso es que los herederos querían una
pronta terminación de las tablas, por los beneficios económicos
que podía reportarles la herencia de su progenitor y, sin embargo,
con su actitud, la entorpecían. Aunque Tengnagel murió en 1622,
los hijos de Brahe pusieron tan pertinaces estorbos como los
había puesto su cuñado.
«Las Tablas rudoljinas que Tycho Brahe concibió como padre,
las he portado y desarrollado en mi interior durante
veintidós años completos, del mismo modo que el embrión
se va gestando poco a poco en el seno de la madre.
Ahora me atormentan los dolores de parto.»
- KEPLER, EN UNA CARTA DIRIGIDA A SU AMIGO BERNEGGER,
Cuando Kepler tuvo que mudarse a Linz para ser nombrado
Matemático Territorial, las autoridades le mantuvieron el encargo
de la finalización de las Tablas rudoifinas, además del de elaborar
un mapa de la región, molesta misión que le obligó a emprender
numerosos viajes, sufriendo la desconfianza, a veces violenta, de
los campesinos recelosos.
En Linz no encontró ningún impresor competente, por lo que
tuvo que buscar otra ciudad, donde viviría provisionalmente para
vigilar la calidad de la impresión. Como la situación militar estaba
ya muy enmarañada, no sabía Kepler qué lugar elegir «si uno ya
devastado o uno por devastar» ( vastatus an vastandus). ¿Estras-
burgo, Ulm, Núremberg? No, el nuevo emperador, Fernando 11,
exigía que se hiciera en Austria. Es notable nuevamente el tesón
de Kepler. Como en Linz no había impresor, convenció a uno para
que mudara su imprenta allí. Pero finalmente Kepler fue expul-
sado por su condición de luterano y la impresión se llevó a cabo
78 EL ASTRÓNOMO