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pues Kepler tenía los datos, pero estos eran propiedad de los he-
rederos, que quisieron vendérselos al emperador y este comprar-
los. Pero el emperador no tenía nunca dinero, ni para esto, ni
para pagar a Kepler el salario ofrecido, ni tampoco para los asun-
tos relacionados con el gobierno del Imperio. Era aficionado
tanto a la alquimia como a la química racional y tanto a la astro-
logía como a la astronomfa Hacía todo tipo de colecciones por
las que incurría en un auténtico dispendio: pintura, maquinarias,
autómatas, joyas ...
También por esta razón, Kepler, que tenía asignado un razo-
nable salario, vivió con dificultades económicas y con continuas
peticiones y ruegos para que se le pagara lo atrasado y lo adelan-
tado (por él).
Además, los herederos, celosos de que Kepler se llevara el
mérito que correspondía a su progenitor, no admitían que los cál-
culos fueran realizados según el modelo de Kepler. Exigían tam-
bién que se incluyera una introducción redactada por ellos, pro-
testando si la introducción del propio Kepler era una línea más
larga que la suya. Exigían la revisión antes de la edición y la mayor
parte de las ganancias. Esta persecución duró todo ese tiempo,
empezando con el moscardón de Tengnagel, el yerno de Tycho,
cuya relación con Kepler fue siempre mala desde el primer día.
En efecto, ya en la primera visita de Kepler a Tycho, Tengna-
gel había ido a Praga a recibir al primero, al matemático de Graz.
Pero, en lugar de llevarle pronto al castillo de Benatek con su
(todavía futuro) suegro, se quedó divirtiéndose en Praga unos
días, ante la impaciencia y la irritación de Kepler. Posteriormente,
su incompetencia le condujo a la envidia, y la envidia a la perse-
cución obsesiva. Así que este rencor de Tengnagel tuvo también
parte importante en la demora de la publicación de las tablas. En
la vida de todo héroe ha de haber un villano que vencer, y en la
de Kepler fue el taimado Tengnagel, cuyo único mérito astronó-
mico había sido dejar preñada antes de tiempo a la hija de un
astrónomo.
También hubo zancadillas cuando Kepler quiso imprimir la
obra de Tycho Progymnasmata, solo porque veía que eran nece-
sarias una introducción y algunas pequeñas correcciones. Final-
76 EL ASTRÓNOMO