Page 75 - 12 Kepler
P. 75
La elaboración de este tipo de tablas había sido siempre una
gran empresa para lo~ grandes astrónomos y los grandes príncipes.
Famosas habían sido en su tiempo las Tablas toledanas, elabora-
das por Azarquiel, que fueron ampliamente utilizadas por Copér-
nico, las Tablas alfonsíes, del rey castellano Alfonso X el Sabio
(1221-1284), cuya utilización llegó hasta el Renacimiento y que fue-
ron utilizadas por Colón en la predicción de un eclipse, y las de
Regiomontano (1436-1476), que eran las que estaban en vigor antes
de las tablas publicadas por Kepler.
Tenían un gran valor para astrónomos, astrólogos, marinos,
etc. En el caso de las encomendadas a Kepler había una gran ex-
pectación, por tratarse de unas tablas obtenidas con los mejores
datos ( de Tycho Brahe) según el sistema de Copérnico, mejorado
por las investigaciones del ya muy reconocido matemático y as-
trónomo Johannes Kepler. Nunca se habían publicado unas tablas
con la precisión y el valor predictivo que se esperaba de estas
(aunque en la práctica tuvieron algunas imperfecciones).
V arias fueron las causas de la demora de la publicación, ocu-
pando prácticamente la vida profesional de Kepler, ya que vieron
la luz poco antes de su muerte. Esta gran demora se debió a un
cúmulo de circunstancias. En primer lugar, su propia dificultad,
teniendo Kepler que realizar tediosos cálculos normalmente sin
ayuda de colaboradores, ayudantes o calculistas. Las dificultades
propias de encontrar un impresor capaz y la ciudad de impresión
adecuada y los problemas económicos por los que Kepler tuvo
que adelantar o perder un dinero que no tenía, fueron otras cau-
sas. Además, como sabemos, en todo este tiempo Kepler se de-
dicó con entrega absoluta a sus elucubraciones filosóficas rela-
cionadas con su teoría de las distancias y los movimientos plane-
tarios. Las tablas, tarde o temprano, quedarían obsoletas; las
leyes del movimiento planetario fueron un legado para siempre y
para la humanidad.
Pero Kepler tenía que realizar la gran empresa que Brahe le
había pedido en su lecho de muerte y que el emperador Rodolfo II
le había encomendado. Nadie sino Kepler podía hacerlo. El empe-
rador había puesto en manos de Kepler los instrumentos y los
datos de Tycho. Sin embargo, aquí empezaron los problemas,
EL ASTRÓNOMO 75