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día que se conoce como «neopitagorismo». Los neopitagóricos
                     recuperaron la figura de Pitágoras, considerándolo el fundador de
                     su forma de pensamiento, y proclamaron a menudo su autentici-
                     dad, asegurando que pretendían revivir las doctrinas pitagóricas.
                     No  obstante esta ambición de pureza, además de las doctrinas
                     puramente pitagóricas, en el neopitagorismo se dan cita elemen-
                     tos platónicos, aristotélicos, estoicos y orientales.
                         Las ideas neopitagóricas se encuentran tan dispersas en fuen-
                     tes tan dispares que es difícil reducirlas en un sistema único. Las
                     principales tesis comunes a todos los pensadores neopitagóricos
                     son las siguientes:

                         - La realidad suprema es una unidad,  de la que la unidad
                            numérica es una manifestación.


                         - Esta unidad engendra las realidades restantes por medio
                            de movimiento, que más tarde se describirá como «emana-
                            ción».

                         - La unidad es absolutamente pura y trascendente.


                         El neopitagorismo fue tan solo un tímido refluir, sin especial
                     calado, de la herencia pitagórica en la historia de la ciencia y el
                     pensamiento. Pero los efectos de aquellas antiguas doctrinas se-
                     rían muchos y duraderos. Desde los tiempos de los pitagóricos,
                     los más importantes filósofos y científicos que moldearon el mun-
                     do intelectual griego, sobre todo durante el período helenístico,
                     especularon con el diseño matemático de la naturaleza. La teoría
                     quedó establecida durante el período clásico, y la investigación de
                     las leyes matemáticas quedó institucionalizada. La mayoría de los
                     grandes matemáticos aceptaron aquellas ideas y las siguieron con-
                     cienzudamente. La doctrina imperó hasta finales del siglo XIX,  y
                     durante todo ese tiempo la investigación del diseño matemático
                     se identificó con la búsqueda de la verdad. Algunos griegos, como
                     Ptolomeo, sostenían que las teorías matemáticas eran solo inten-
                     tos  humanos  de  proporcionar una descripción  coherente  del
                     mundo, pero la convicción en que las leyes matemáticas conte-






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