Page 77 - Lucado. Max - Como Jesús_Neat
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firme con esposas y cadenas de hierro, listo para capturar cualquier pensamiento que no debe
            entrar.


                Por el gusto del debate, digamos que se le acerca un pensamiento respecto a su valor personal.
            Con toda la arrogancia del patán del barrio, el pensamiento abre la puerta de un empellón y dice:

            «Eres  un  perdedor.  Toda  tu  vida  lo  has  sido.  Has  echado  a  perder  tus  relaciones,  empleos  y
            ambiciones. Bien harías en escribir vagabundo en tu historial, porque eso es lo que eres».

                La persona ordinaria le abrirá la puerta de par en par y le dejará entrar. Como la semilla de una

            hierba mala, hallará terreno fértil, echará raíz y producirá los espinos de la inferioridad. La persona

            promedio dirá: «Tienes razón. Soy un vagabundo. Entra».

                Pero como cristiano usted no es una persona ordinaria. Usted es guiado por el Espíritu. Así que

            en lugar de permitir que ese pensamiento entre, usted lo toma cautivo. Lo encadena y lo hace
            marchar calle abajo en donde lo presenta ante el tribunal de Cristo.


                -Jesús: Este pensamiento dice que soy un vagabundo y un perdedor, y que nunca llegaré a ser
            nada. ¿Qué piensas?

                ¿Ve usted lo que está haciendo? Usted está sometiendo ese pensamiento a la autoridad de

            Jesús. Si Jesús concuerda con el pensamiento, entonces déjelo entrar. Si no, sáquelo a patadas en
            el caso de que Jesús no concuerde.


                ¿Cómo saber si Jesús concuerda o discrepa? Usted abre su Biblia. ¿Qué piensa Dios en cuanto
            a usted? Efesios 2.10 es un buen lugar para verificar: «Porque somos hechura suya, creados en

            Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en

            ellas». O, ¿qué tal Romanos 8.1 ?: «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en
            Cristo Jesús».


                Obviamente, ningún pensamiento que dice que usted es inferior o insignificante pasa la prueba;
            y  no  se  le  da  entrada.  Usted  tiene  el  derecho  de  darle  al  maleante  un  buen  puntapié  en  las

            asentaderas y verlo salir corriendo.

                Tomemos otro ejemplo. El primer pensamiento fue un peleón; el siguiente es una lisonjera. Se

            le acerca, no para decirle cuán malo es usted, sino cuán bueno es. Llega corriendo a la puerta, y le
            espeta: «Eres tan bueno. Eres tan maravilloso. El mundo tiene suerte de que hayas nacido», y así

            por el estilo le colma de lisonjas.

                Típicamente este es el pensamiento que usted recibe con beneplácito. Pero usted no hace las

            cosas de la manera típica. Usted guarda su corazón. Usted anda en el Espíritu; y lleva cautivo todo

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