Page 8 - Lucado. Max - Como Jesús_Neat
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Dios lo ama tal como usted es, pero rehúsa dejarlo así.
Cuando mi hija Jenna tenía aproximadamente dos años solía llevarla a un parque cercano a
nuestro departamento. Cierto día ella estaba jugando en un montículo de arena, y un vendedor de
helados se acercó. Le compré una golosina, y cuando me volví para dársela a la niña, vi que tenía
la boca llena de arena. Donde yo quería poner algo sabroso ella había puesto tierra.
¿La amé con su boca sucia? Claro que sí. ¿Era ella menos hija mía por su boca llena de arena?
Por supuesto que no. ¿La dejaría yo con la arena en su boca? Ni en sueños. La quería
exactamente como ella era, pero rehusé dejarla como estaba. La llevé hasta un grifo de agua y le
lavé la boca. ¿Por qué? Porque la quería.
Dios hace lo mismo con nosotros. Nos lleva a la fuente. «Escupe la tierra, cariño», nos insta
nuestro Padre. «Tengo algo mejor para ti». Así nos limpia de nuestra inmundicia: inmoralidad, falta
de honradez, prejuicios, amargura, avaricia. No nos gusta que nos limpie; algunas veces
preferimos la tierra en lugar del helado. «¡Puedo comer tierra si se me antoja!» proclamamos y nos
enfadamos. Lo cual es cierto; podemos. Pero si lo hacemos, nosotros perdemos. Dios tiene una
oferta mejor. Quiere que seamos como Jesús.
¿No son esas buenas noticias? Usted no está atascado con su personalidad actual. No está
condenado al «reino de los gruñones». Usted es maleable. Aun cuando se haya afanado todos los
días de su vida, no necesita afanarse el resto de su vida. ¿Qué tal si nació como un intolerante? No
tiene por qué morir siéndolo.
¿De dónde sacamos la idea de que no podemos cambiar? ¿De dónde vienen afirmaciones tales
como: «Es mi naturaleza preocuparme», o «siempre he sido pesimista. Así soy yo», o «tengo mal
genio. No puedo evitarlo»? ¿Quién lo dice? ¿Diríamos cosas similares respecto a nuestro cuerpo?
«Es mi naturaleza tener una pierna rota. No puedo hacer nada para evitarlo». Por supuesto que no.
Si nuestros cuerpos funcionan mal, buscamos ayuda. ¿No deberíamos hacer lo mismo con
nuestros corazones? ¿No deberíamos buscar ayuda para nuestras actitudes agrias? ¿No podemos
pedir tratamiento para nuestros arranques de egoísmo? Por supuesto que podemos. Jesús puede
cambiar nuestros corazones. Él quiere que tengamos un corazón como el suyo.
¿Puede usted imaginarse una mejor oferta?
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