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casco de la Tres Ceibas. De manera para dejar el portal más bajo. Pos-
clara dijo: Sí, lo vendo. Sin mediar teriormente agregué un montón de
muchas palabras cerramos el nego- peldaños a los lados, que antes no
cio. Ella estaba consciente que el existían. También sustituí la parte
edificio se mantenía en pie de puro de la madera y del pasillo de color
milagro. Por esa razón lo despachó blanco y negro, que ya no servía;
en 27 mil colones”, señala. y lo cambie hasta que construí el
Ese precio lo decía todo. La nuevo el portal, éste fue el único
fachada era de adobe, Las paredes que deje en pie. El techo no lo toqué,
tenían como un metro de espe- este está allí desde que se erigió,
sor y al examinar en su conjunto es original. Es el que tenía la casa
la estructura, sin duda alguna se cuando habitaba en ella Claudia
veía que no había experimentado Lars”, asegura.
ningún cambio en más de ochenta “Luego de reconstruir las fun-
años. Por dentro estaba destrozada, MARÍA daciones como de metro y medio, y
ni una pizca de lo que narra Clau- HERNÁNDEZ de subir los cimientos hasta donde
dia en su libro de esa casa, “con sus (LA TECLEÑA) llegaba el pedazo de pilar, el portal
puertas de cedro y el zaguán que quedó exactamente igual, aun con
daba paso a un pavimento de lajas las reformas”, afirma.
escogidas, luego habitaciones que se Pero la casa daba la vuelta a
abrían directamente y corredores que orillaban la manzana, en donde también construyó.
al primer patio y una sala espaciosa como una Sigüenza puntualiza: “Lo de la vuelta no tiene
capilla…” que ver con lo histórico, aunque es el mismo
La casona tenía de frente 45 metros y un terreno, pero no estaba construido, era un tapial
fondo 21 metros. Su área era un poco inexacta. con una lámina mal puesta sobre unos horcones
Lo que si estaba claro era que todo el edificio de madrecacao que estaban hasta floreciendo.
estaba completamente deteriorado. No tenía En esa parte sólo había un zaguán, por donde
casa, solo arreglé lo necesario, era para el nego- entraban caballos, carretas, como lo describe
cio. A la par estaba don Esteban. “Cuando lle- Claudia. Al final todo quedó dividido en tres
gué, él ya tenía años de vivir allí. Era parte de partes, con algunas paredes delgadas, fundido
las tres Ceibas. Primero lo alquiló y después lo lo nuevo con lo antiguo”, explica.
compró”, afirma. Pero, había más. A Sigüenza, la compra de
Lo único rescatable era el portal; todavía esa casa lo colocó entre la fantasía y la realidad.
parado con su techo. El patio y el traspatio En plena reconstrucción se corrió el rumor
estaban empedrados. No había jardín, sólo dos que debajo de los pilares existía un tesoro.
árboles de mango. También sobresalía un tapial Resulta que cuando se empezó a remover y
cubierto de tejas que dividía la casa, con la de sacar los troncos podridos, se veían grandes
Esteban Escobar. Su altura sería de un metro y hoyos, donde se podía “esconder algo” y los
medio, erigido de adobe muy grueso. También trabajadores, escarbaban y escarbaban con
era otro mudo testigo desde que se construyó las manos hasta dejar las uñas donde estaba la
la vivienda a finales del siglo 19. madera podrida, pues allí nada se había tocado;
Lutgardo, sobre la base del inmueble, los horcones eran los originales. Pero, para su
comenzó su remodelación. “Construí unas decepción aquello nada más fue un cuento,
basas desde la calle hasta arriba,- narra- y le como se decía en ese tiempo “de camino real”.
metí hierro para que en un samaqueo la casa Lo que no fue fantasía para el nuevo dueño
no se cayera. Le corté un pedazo a los pilares del inmueble fue su encuentro con el docu-
porque estaban un poco podridos. Luego le bajé mento que textualmente decía que esa casa
al piso y acomodé una grada de unos 40 cms, era patrimonio cultural. El escrito dejaba claro
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