Page 79 - Cuentos para Triunfar
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8º) Corra por su proyecto.


                                                       El perro


                  Cuando éramos chicos nos gustaba robar duraznos. No tanto por el gusto de
                  comer una fruta, sino por el sabor de la aventura de robarlos de la quinta del
                  vecino de enfrente, cruzando la ruta, la cual nos estaba prohibida por nuestros
                  padres.
                      Una mañana como tantas, nos dirigimos a robar duraznos. Para ello había
                  que saltar una gran pirca. Gustavo que era el más alto, llegaba a subirse a ella
                  trepando entre las piedras que sobresalían, y desde allí, nos ayudaba a Jorge y
                  a  mí  subir  para  pasar  del  otro  lado.  Una  vez  dentro  del  campo,  debíamos
                  cruzar la ancha acequia. Lo hacíamos en fila india, uno detrás del otro por un
                  angosto e inestable tronco que la atravesaba. Debíamos tener cuidado de no
                  caernos  al  agua,  porque  la  ropa  mojada  delataría  que  estuvimos  robando
                  duraznos. Cruzada la acequia, faltaba el último obstáculo:  el alambrado de
                  púas.  Abríamos  los  alambres  con  ayuda  de  las  manos  y  un  pie,  y  como
                  contorsionistas pasábamos por el reducido espacio con sumo cuidado de no
                  enganchar nuestras ropas, pues sería otra evidencia acusadora.
                      Una vez dentro del campo, nos dirigíamos al duraznero más grande y nos
                  trepábamos a él y allí estábamos gran parte de la mañana, comiendo duraznos,
                  conversando y metiéndonos algunos en los bolsillos. A lo lejos se escuchaba
                  ladrar al perro que suponíamos atado o encerrado.
                      Lo cierto es que esa mañana Gustavo se percató de que los ladridos del
                  perro se escuchaban cada vez con mayor intensidad:
                      -  ¡El perro está suelto!. Corran...
                      No alcanzó a terminar la frase que ya estabamos en el suelo, corriendo a
                  velocidades que cualquier atleta envidiaría. Ni que hablar del salto olímpico
                  que dimos para sortear el alambrado de púas. Nadie se engancho la ropa, ni
                  mucho  menos  nadie  se  mojó  cuando  pasamos  la  acequia  de  una  salto  tipo
                  ornamental. A la hora de la pirca, nadie esperó por la ayuda de Gustavo; un
                  toque en alguna piedra sobresaliente y ya estábamos en la ruta, muy agitados y
                  muy asustados...
                      Pregunto:  ¿Qué  hizo  que  superáramos  aquellos  obstáculos  sin  ningún
                  inconveniente?.
                      Respuesta: "Un perro"...
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